cuentos cortos de terror - III - El viaje.


















25 de enero de 2018.
23.45 pm

                No me gusta manejar. De hecho, odio manejar. La mayor parte del tiempo tomo bus. Además, me da terror quedarme dormido. Viajo todos los días de la ciudad a la costa y de la costa a la ciudad. Lo bueno es que los tramos son de una hora de ida y una hora de vuelta.
                Hoy no había mucho público en la terminal. Compro mi pasaje. Espere unos diez minutos y tome el bus. Me siento. Esta la televisión transmitiendo una película de acción. Me acomodo y empiezo a soñar.
                Soñaba que aparecía sobre el césped húmedo y frió de la costa. Sentía mi cuerpo muy liviano. No estaba acompañado. Más bien parecía estar solo. El pasto tocaba mi cara. Me di la media vuelta y puse mis manos en la cabeza. Mire el cielo. Las estrellas estaban muy cerca de mí. Levante la mano y pude tocar el espacio. El espacio al momento de tocarlo se estremeció. Como si tocara una gigante gelatina. Seguí observando el cielo, sus estrellas y algunas constelaciones.
                Me puse de pie y el cielo se alejó de mí. Era de día. El sol era muy raro. No era normal. Era como un dibujo. A lo lejos escuche la voz de mi hija que me decía: papa levántate. Intente buscar de donde provenía la voz de mi hija. Y seguí ese camino. Camine como veinte minutos. Llegue al final de ese hermoso pasto verde y húmedo. No me asome al acantilado porque sufro de vértigo. El mar golpeaba las rocas. Era todo muy calmo, relajado. Fue uno de los pocos sueños donde realmente descanse.
                De no ser porque recordé que no tengo una hija sino un hijo podría haber estado durante largas horas en ese hermoso sueño. Me asuste. De la nada el día se trasformó en noche. Se puso muy oscuro. No alcanzaba a verme las manos. A lo lejos una luz se alcanzaba a ver. Me acerque. Era un televisor. Pero, no estaban dando películas. Estaban dando las noticias. Me acerque más para poder escuchar. Hablaban de crímenes y problemas políticos.
Comenzó la sección de accidentes. Salió un bus del recorrido que yo hacía. Salió la patente de ese bus. El bus era del mismo color que el transporte en el que yo viajaba. Y el locutor hablaba de la hora en que el bus había salido de la terminal. Fue ahí y solo ahí que me di cuenta que ese bus era mi bus. Ahí lo entendí todo.
Aquello no era un sueño.



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