Cartas a Dios: VII - Monstruos

 


Querido Dios,

En las últimas semanas he visto cosas que no debería haber visto, y siento en verdad que algo ha cambiado en mí. A ti, mi Dios,  tú que te escondes detrás de los pliegues de dos dimensiones; ¿es cierto lo que he observado? ¿Existe? ¿Existen? ¿Son reales? ¿Soy real como eso? ¿Soy real como ellos? ¿Existe la realidad?

Recientemente, he sido testigo de eventos tan extraños y terroríficos que la lógica humana no podría entender. Ahora, me encuentro en las esquinas de nuestra realidad pero siento que se pueden  derrumbar con facilidad. Incapaz de escapar, me encuentro en una telaraña compuesta de hilos invisibles, regida por las mismas directrices del cosmos y difíciles de entender.

Los eventos en los que estuve no fueron malentendidos, al azar o generados por el cansancio. Contrariamente, rozo lo indescriptible, lo desconocido. Son presencias y sucesos que no tienen lugar en este mundo, no son manejados por simples mortales. Están programados más allá de los ecos de la noche. Sentí en cada rincón empapado con penumbra, el silbido prolongado del mal. Hay cosas que se arrastran sin ser vistos, sombra que se extienden hasta lo indecible de las longitudes, la voz filtrada a través de las paredes, como lo que estaba en medio parecía un dulce delirio. Entidades de la nebulosa de lo ultrasecreto, de lo desconocido alimentado por el terror y la desesperación.

Quisiera preguntar, oh mi señor; ¿eres responsable incluso en tu finita indiferencia de estas creaciones? La idea de algo tras el cosmos, de algo vigilante que está más allá de nuestras pequeñas esperanzas y miserias, quema mi mente. ¿Quién es el verdadero arquitecto de esta realidad que asusta en distintos planos de la realidad?

En ocasiones, pienso que esta vida no es más que un chiste cruel, una ilusión absurda, un destello efímero de algo más grande. He visto rostros que no deberían existir, formas grotescas más allá de toda concepción humana. He oído voces que no son de este planeta, murmullos de entre  las regiones de  la memoria y el olvido, en un infierno distorsionado donde el tiempo se pliega sobre sí mismo.

Esos seres, aquellos habitantes de los oscuros rincones, más allá de nuestra comprensión son; ¿partes decadentes de tú creación?, O tal vez no sea así. Tal vez usted, oh mi señor,  de hecho, no es otra cosa que un fragmento distorsionado e insano, un reflejo en un multiverso sin creación y sin final.

¿Por qué soñaríamos, si nuestros sueños son tan oscuros y horripilantes? ¿Convendría seguir soñando si verdaderamente fueras el creador del todo?     ¿Cómo poder presenciar estos horrores que nos rasgan las almas, sin morir poco a poco? ¿Cómo no ahogarme en un océano sin esperanza, donde la apreciación se ahoga y ni una pizca de razón flota a la deriva?

Ayúdame, oh mi señor, a entender y no sentir miedo.

Porque de todo lo que existe hay un grano de arena que pertenece a tu generosa existencia.

Dame esa seguridad para enfrentar lo inafrontable.

Ayúdame, oh mi señor, a seguir.

 

Rodrigo




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