Redención - Parte III





Aparezco en un planeta que no es la Tierra. Se parece a Tierra. Pero no es. Miro hacia el cielo. Alcanzo a ver alrededor de tres lunas. Es de día. Estoy en medio de nada. Camino. No sé si estoy vivo o muerto. Al parecer, estoy vivo, porque siento calor, el viento en mi cara, siento mis manos, mis pies, e incluso siento mi corazón.
Al parecer, las emociones y los sentimientos pueden trascender el universo. Mi cuerpo es el mismo; ¿Mi alma? Al parecer, también es la misma. ¿Mi espíritu? Aun no puedo responder eso.
                Sigo caminando. Al fondo se ve un pequeño pueblo. En medio un lago. No sé si soñé lo que mis ojos ven al fondo, o es invención de mi imaginación, o si existe independiente de mí. Sin querer pienso en la reencarnación. Pero, es un lugar que no había visto antes. Es hermoso.
Llego al pueblo. Ya se ha hecho de noche. Todos duermen. No tengo sed, no tengo hambre, no tengo miedo, no tengo alegría, no tengo tristeza, no tengo frio, no tengo calor, no tengo sueño, solo tengo conciencia, muchas preguntas y necesito muchas respuestas.
Me acerco a una edificación. Hay una puerta. Golpeo suavemente. Nadie sale. Se escucha murmullos en su interior. Se prende una luz. Escucho pasos. Me quedo en la puerta esperando que abran. Demoran. Sale quien habitaba la edificación. Sigo escuchando murmullos en el interior. Al parecer, no estaba solo quien me atendería.
Está muy oscuro. Se prende otra luz. Se abre la puerta. Saludo. Me abre un hombre alto. De aproximadamente un metro y noventa de estatura. Piel blanca. Barba. Túnica blanca. Vuelvo a saludar. Me saluda. Antes de entrar en su hogar me pregunta:
-          ¿Estás perdido?
-          Si. Estoy perdido.
-          ¿Cómo te llamas?
-          No lo sé.
-          Tranquilo. Ya lo recordaras.
Después de este encuentro me invito a pasar a una especie de sala. Estaba llena de cojines, telas. Me pregunto si tenía hambre. Le señale que no. Me pregunto si tenía frio. Le dije que no. Me pregunto si estaba cansado. Le dije que no.
Se dirigió a una especie de cocina. Preparo un líquido muy extraño. Era transparente, expedía vapor, tenía una suerte de hierbas. Me lo entrego, lo probé, salía muy extraño. Nunca había sentido ese sabor. De hecho, no sé si sabor era lo que estaba sintiendo.
 Comencé a sentir un poco de frió. Inmediatamente se paró quien me atendía y trajo consigo una especie de cobertor.
-          ¿aún no sientes ciertas cosas?
-          ¿Cómo lo sabe?
-          Todos hemos pasado por esto.
-          ¿Qué cosa?
-          Lo que vivirás en los próximos días.
-          ¿usted nació aquí?
-          No. Fui destinado a este lugar por algún tiempo.
-          ¿tiene usted familia?
-          Así es. Una esposa. Un niño y una niña. Ahora duermen. Mañana los conocerás.
-          ¿Cuántas personas viven en este pueblo?
-          Son doce familias. Conmigo trece.
-          ¿son todos parientes?
-          No. Pero nos conocemos lo suficientemente como para poder haber sido familia.
-          No recuerdo mi nombre. ¿es eso malo?
-          No tranquilo. Con los días recordaras tu nombre. Aunque aquí te designaremos uno. Todos tiene nombres aquí. Por cierto, no pude presentarme como es debido. No suelo hacerlo de inmediato. Ya que, las sombras acechan a ciertas horas del día y de la noche. Mi nombre es Adán, un gusto en concerté.
-          ¿Adán?
-          Si. Adán.
-         
-         


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