El Enfermo - Parte IV - Dedicada a quienes puedan despertar
Llego el momento de hacer un análisis y el enfermo se sentó
en pleno para revisar junto a sus súbditos lo que habían logrado hasta el
momento.
El enfermo antes de comenzar el análisis índico que se revisaría
desde la fecha donde él y solo él habían comenzado su ardua tarea por querer
cambiar el mundo. Al enfermo no le interesaba la gestión realizada antes de su
actividad. Ya que, el enfermo no sabía del tiempo y el espacio. El enfermo no tenía
recuerdos. No tenía memoria. Y era extraño, ya que, una persona sin memoria no tiene donde reposar
su existencia.
La reunión comenzó con la entonación del nuevo himno. Posteriormente
hablo el secretario general. Así mismo lo hizo el encargado de dicha reunión y
finalmente fue el turno del enfermo.
Caracterizado por su arrogancia que solo era el reflejo
de sus miedos más íntimos se puso de pie lentamente. Recogió sus hojas donde había
construido el discurso y se dirigió a los presentes diciendo:
“… De no ser por mi todo lo
que hemos escuchado hasta el momento nunca se habría realizado. Es gracias a mí
que la realidad actual está tomando un camino mucho más fructífero. Y evidentemente
más alentador. Yo soy el filtro. Yo soy el elegido para la construcción de esta
nueva sociedad y sus detalles. Claramente necesito de cada uno de ustedes. Pero
ustedes se irán de algún modo. O, dejaran de creer en tan maestre proyecto.
De no
ser por mi nadie se habría fijado en los detalles que ahora estamos trabajando.
De no ser por mí, ninguno de ustedes estaría senado ahí. Porque ¿que son
ustedes sin mí? ¿Dónde estarían de no ser por mí? De no haber escuchado la voz
que provenía desde los exteriores de nuestro planeta, ¿en qué situación nos encontraríamos
ahora? Pero el elegido fui yo. Yo soy la voz. Tu voz. La voz de todos.
Quiero agradecer también el protagonismo de nuestro jefe
de publicidad que a través de los medios de comunicación no ha dejado de
escribir y realizar propaganda sobre nosotros mismos. Es fundamental rellenar a
la sociedad de lo que no quiere escuchar pero si necesita escuchar.
Nuestros hermanos conciudadanos son conciencias perdidas
que necesitan de nuestra iluminación. La iluminación solo se alcanza realizando
una serie de planificaciones y programas haciendo entender a la población que
nosotros somos la vía regia para el ordenamiento organizacional e institucional
de nuestro gobierno.
El pueblo no es inteligente. Ustedes lo son. El pueblo
nuestro pueblo no es consciente. Yo estoy consciente. Ustedes lo están. Ya que
comparten el mismo sueño personal que poseo en las entrañas de mí existir.
Nuestros
conciudadanos necesitan solo de seis grandes ejes. Un eje es de lo que se deben
preocupar para que nosotros realicemos nuestro talentoso trabajo. Estos ejes
son: sexo, música, religión, política, deporte, y droga.
Si se da
cuenta el ciudadano común solo habla de esos seis ejes. Y las civilizaciones más
antiguas también lo hacían. Por tanto, nuestra iluminación nos llevara a usar
estos ejes trascendentales que permitirán que nosotros llevemos el mensaje a
cada una de nuestras mentes durmientes.
Yo soy
la luz. Ustedes son la llama. Yo soy la luz, ustedes son el fuego. Yo soy la
luz. Sin fuego y sin pasión nada se mueve.
Para concluir,
quiero dar las gracias a todos los que han partido. A todos los que no están. A
todos los que dejaron este mundo. Y estoy seguro que desde donde estén apoyaran
nuestras decisiones más trascendentales. Muchas gracias...”
Un aplauso
ensordecedor no se hizo esperar. Duro al menos diez minutos. Algunos lloraron. Otros
solo se emocionaron. Pero hubo uno de los presentes que dudo. Que no sincronizo
con las palabras del enfermo.
Hubo uno
de los presentes que entendió y pensó que
el enfermo no estaba calibrado en su pensar, menos en su divagar y absolutamente
alejado de su filosofar.
Hubo uno
de los presentes que se desconectó y hallo inteligentemente un error muy
simple.
El hombre
consciente recordó que el enfermo no había estudiado. No era un hombre letrado.
El hombre consciente recordó que el enfermo jamás había tomado un libro formal
de enseñanza.
El hombre
consciente recordó que antes del enfermo si se habían logrado grandes avances
en todos los sentidos.
El hombre
consciente por primera vez pudo ver el mismo fenómeno que todos veían positivo
como dudoso. Poco claro. Confuso. Porque su mente en algún momento le empezó a
indicar que algo no cuadraba. Que algo estaba desconectado.
El hombre
consciente mientras los demás aplaudían y se emocionaban también se emocionó. Pero
a partir de otro argumento e imagen. Recordó a su abuelo. En el campo. Sin mucho
dinero, pero empeñoso. Con esa sabiduría que pocos tienen sin haber tomado el
camino de una educación formal. Recordó la humildad de las palabras de su maestría
y pudo localizar un argumento que su abuelo siempre le recordaba. El abuelo a través
de la imagen y de argumentos se presentó en la mente del hombre consciente
diciendo; hijo, puedes ser una gran persona, un gran motivador, un gran orador,
un hombre con muchas ideas, un hombre inteligente, pero debes tener propiedad
para hablar de lo que tu mente construye y beneficia a los demás. Si no tienes
propiedad para decir las cosas solo construirás castillos en el aire. Los castillos
se esfuman. Los castillos posteriormente se pueden hasta transformar en
sombras, en fantasmas. Detrás de cada luz existe su contraposición, las
sombras, la oscuridad, el dolor. Hijo mío, he aquí uno de los grandes secretos
de la vida: jamás hables o emitas juicios sin poder sostener lo que dices a través
de la propiedad o el apoyo del conocimiento. En otras palabras; PASTELERO A TUS
PASTELES.
El hombre
consciente lloro. Pero no gracias al enfermo. Sino que gracias al recuerdo de
un abuelo que pensó no solo en la preparación y la autorrealización de un ser
humano. Sino que pensó en que la vida necesita de seres humanos responsables y
comprometidos con en el engrandecimiento de su gente.
Y no
su manipulación. Como lo hacía el enfermo.
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