S236

 




Estoy en el banco. Me dirijo a la máquina que te entrega un número. No hay asientos. Pero si mucha gente. Siempre hay mucha gente.

Consigo uno. Me siento. Soy el S236. Van por el S230. Quedan seis antes de mí. Cada uno con sus problemas. Algunos deben dinero, otros quieren dinero, otros pagan el dinero que deben, otros deben y no saben cómo pagar, otros solo tienen cuestionamientos – y no existenciales-, otros quieren invertir, otros quieren cerrar cualquier transacción bancaria.

Sigo siendo el S236. ¿Significará algo para alguien ser el S236? Me fijo en la pantalla y están atendiendo al S230.

El S230 es una mujer. Muy tímida. Habla despacio. Muy bien peinada. Es alta. Tiene el pelo color rubio. Pregunta y el señor que atiende le responde. Ella se toma su tiempo. Sigue preguntando. Han pasado cinco minutos. S230, hace una pausa. El señor que atiende se toma la barbilla. Teclea en su computadora. Se vuelve a tocar la barbilla. S230 toma sus manos y se las lleva a la cara. Está asustada. S230 comienza a llorar.

            En la pantalla sale el turno para S231. Es un hombre de contextura gruesa. Demora en llegar al cubículo. Aproximadamente demoro en cinco metros algo como un minuto y veinte segundos. Un nuevo record.

S231, se sienta. No saluda. Solo reclama. Pero su reclamo es asombroso. Dijo algo como: “me encantaría darle los buenos días. Pero no puedo. El día está hecho de demasiados matices. Algunos hermosos. Otros no tanto. Hoy, es un día especial. Porque es un día en el cual he olvidado cualquier tipo de consenso sobre la interacción humana. Es decir, no me importa lo que usted responda – mientras el señor al otro lado del cubículo solo observaba y escuchaba-. Solo traigo una pregunta. Y es una pregunta que probablemente le cambie la vida. A mí me la cambio. La pregunta es muy sencilla. Y dice así: ¿Qué hace usted realmente por ayudar a los clientes de esta organización? ¿Es usted solo una encadenacion de palabras bien puestas y ordenadas sistemáticamente que apagan cualquier esperanza de cambio o transformación? ¿O solo responde a sus jefes? ¿Ha respondido a su corazón alguna vez? ¿O su corazón está secuestrado por lo cotidiano, lo lógico y lo que la masa dictamine?

El hombre al otro lado del cubículo solo movió los hombros en señal de que no sabía qué diablos responder. Hubiese y me habría encantado seguir escuchando a S231 pero un nuevo turno avisaba la oportunidad para S232.

Y felizmente a mí me quedaban cuatro puestos más. S232 se sentó al lado de S230. Ella ya había dejado de llorar. Escuchaba atentamente al señor al otro lado del cubículo. Hasta que S230 esbozo un pequeña sonrisa. Al parecer S230 había arreglado su problema.

S232 me hizo reír. Se sentó y le pregunto a la señorita al otro lado del cubículo que como se llamaba es parte del barco que se encuentra entre proa y estribor. Al no saber y no responder la señorita al otro lado del cubículo S232 respondió: se llama ESLORA. Y ESLORA que me den una buena explicación por los altos intereses que me están cobrando.

Al lado mío estaba S233. Y comenzó a hablar sola. Decía cosas como; “creerán que tenemos todo el día”. Continuo diciendo; “aún me quedan cosas por hacer como por ejemplo; el almuerzo e ir a otros bancos” y se quedaba en silencio por algunos minutos como entrando en Trance.

S231 se paró de un momento a otro y sentencio gritando: “En un reino antiguo y enigmático, la tierra estaba sometida a las cadenas de un rey tirano. Este monarca, temido por su crueldad y sede de poder, gobernaba con mano de hierro, negando la libertad y la esperanza a su pueblo. Sin embargo, en lo más profundo de los bosques, existía una leyenda que se transmitía de generación en generación. Hablaba sobre un grupo de valientes rebeldes que soñaban con la libertad y la igualdad para todos. Estos rebeldes eran conocidos como "Los Hijos de la Aurora". A medida que la opresión del rey se intensificaba, la resistencia crecía en las sombras. Con el coraje como su guía y la convicción como su fuerza, Los Hijos de la Aurora llevaron a cabo actos de valentía. Organizaron manifestaciones pacíficas, difundieron la verdad oculta sobre las injusticias del rey y reunieron apoyo en todas las esferas de la sociedad. Finalmente, el día decisivo llegó cuando el pueblo, inspirado por la valentía de los rebeldes, se levantó en unión. Las calles resonaran con cánticos de libertad y justicia. La gente se liberara pero no a través de la armas. Sino que a través del pensamiento. Llegará la revolución del pensamiento”. Y se fue. S231 se fue. Desapareció entre la multitud que quería ser atendida.

Era el turno de S233 y al mismo tiempo de S234. Como S233 quedo muy lejos no pude observar ni escuchar cuál era su propuesta con la señora al otro lado del cubículo. Sin embargo, S234 hablaba muy fuerte. S234 comenzó diciendo: “Mi padre trabajaba en un banco, mi tía trabajaba en un banco, mi hermana también trabaja en un banco, mi primo trabajaba en un banco…” y nombro no solo a su generación sino que unas tres generaciones mas.

            S232 se paró del cubículo muy contento y solo agrego; “que tengan un lindo día. Por eso vengo a este banco porque entienden al cliente. Que tengan un bello día, una excelente tarde y una majestuosa noche.  Hasta luego”

            S235 ya estaba de pie. Miraba fijamente al señor al otro lado del cubículo. Ni más sonó el turno para S235 y este ya estaba sentado con una carpeta de más de quinientas hojas.

            S234 de pronto y violentamente grito: “púdranse. Púdranse en el infierno. Ladrones. Mi cuñado es policía y él está casado con una ministra…continuo gritando  hasta que salió del banco.

            Pero era mi turno. Estaba feliz. Antes me había demorado más. Solo habían pasado veinte minutos. Cada vez mejor la atención. Cada vez  s e demoran menos.

            Sale en la pantalla S236. Me senté muy contento. Pero me pare de inmediato. Casi en estado de shock. No lo podía creer. Era la primera vez que sentía algo como esto. En mi espalda tenía una línea de hielo. Tocaba mi cuerpo y no lo sentía. Tocaba mis manos y estaban heladas. Tocaba mi cara y estaba desencajada.

            Todo por olvidar mi billetera con mi cedula de identidad. Al final, me tuve que ir. Nunca más volvería a ser S236. Jamás volvería a ver a S230, S231, S232, S233, S234, y S235.

Era una pena. Por que como S236 había aprendido muchas cosas. Como por ejemplo, jamás olvidar los documentos personales que demuestran que tú eres tú mismo siendo y existiendo respirando y caminando y  pensando.

            ¿O no?

 




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