7 Días – Segunda parte.

 


Grite el nombre de mi esposa. Nadie respondía. Grite más fuerte. Nadie respondía. Y mi celular sonó. Era mi esposa. Era un mensaje. Decía que estaba en el subterráneo. Que no veía a nuestro hijo. Y que estaba atrapada.

Llore…porque nunca pero nunca se sabe qué hacer en estos casos. Trate de usar el celular y enviar otro mensaje de texto de a mi esposa pero el celular había muerto. Ya no funcionaba.

        Comencé nuevamente a llamarla. Y después de uno segundos la escuche.

-          Estoy aquí- dijo casi susurrando.

-          ¿Dónde?¡¡¡¡ ¡háblame¡¡ ¡!háblame para saber dónde estás¡¡¡

-          Aquí.

-          Pude calcular que su voz provenía de entre el concreto y unas tablas absolutamente destruidas.

-          ¿Te puedes mover? – le grite.

-          No- contesto-

-          Tranquila, te sacare de ahí – le dije-

En ese momento escuche llorar a mi hijo. Estaba a un metro de mis pies. Debajo de mis pies solo había madera. Saque rápidamente todos los escombros. Después de casi una hora llegue a donde estaba. Gracias a dios estaba en un especie de esfera que la misma madera había diseñado caprichosamente tal vez por el producto del calor o sencillamente de un milagro.

Estire mis manos astillándome con la madera y provocando sangrado en varias partes de mi cuerpo. Hasta que lo cogí. Lo subí y lo abrace con todas mis fuerzas. Estaba vivo. Y lleno de polvo. Solo se le veían sus ojitos.

Lo limpie y lo deje a mi lado. Ahora tenía que salvar a mi esposa.

La llame durante tres minutos y no contestaba. No lo podía creer. Como era posible que ella ya no estuviera con nosotros. Le pedía a dios que por favor no me la quitara. Aun no era su tiempo. Tenía un hijo que cuidar junto a mí.

Mientras seguía buscando algo inesperado ocurrió: comenzó a temblar. No soy experto en saber la escala de terremotos pero este fue muy fuerte. Y lo peor, duro diez minutos. Debe haber sido grado 7. Y no paraba.

Desde el comienzo corrí para tomar a mi hijo en brazos y la tierra se movía sin compasión. Como pude me puse de pie. Se me ocurrió que con el movimiento mi esposa podía salir de entre los escombros y por qué no salvarla.

Camine como pude. El suelo era como un juego de diversiones donde se te mueve el piso. Una grieta se abrió en la mitad de lo que era nuestra casa. Alcance a ver la pierna de ella: el amor de mi vida. Le grite y nos se movía. Le gritaba que no se rindiera. Que se pusiera de pie. Y no respondía. Grite al cielo y pregunte: ¿dios por qué a mí?

Pero yo seguí ahí. Gritándole. Hasta que la perdí completamente. Me moví unos metros donde antes estaba el patio de mi hogar y ahí estaba mi mascota. Ella movía la cola y ladraba entre dos pedazos de concreto muy grandes. Al parecer eran los pilares de la casa que con tanto movimiento se habían dado vuelta convirtiéndose en un casi perfecto triangulo.

Y ahí estaba mi esposa. Sentada. Mirando hacia cualquier parte. Estaba viva. Estaba viva. Mire al cielo mientras seguía temblando. Di las gracias. Y le volví a gritar.

Mi esposa salió de su trance. Me vio y sonrió. Su mirada se clavó en mis ojos.  Delante de mis ojos se pasó toda mi vida. Como en una película. La vi cuando la conocí, cuando le pedí matrimonio, cuando nos casamos, cuando me dijo que estaba embarazada, y cuando fuimos padres. Pero, seguía temblando. Le grite que saliera de ahí. Lo intento. La vi. Lo intento. La vi. Lucho. Lo intento. Me grito que me amaba. Y no salía. Porque no podía. Me grito que cuidara a nuestro hijo. Y no salió. Y no salió. Porque el ultimo remezón de la tierra se la llevo. Pero vi que lo intento. Y lucho.

Pero no lo logro………

 

 


 

Continuara……..






 



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