7 Días - Primera Parte

 




Nunca salgo a caminar. Pero, esta vez sentí ese loco impulso deportivo me hizo vestir, poner mis zapatillas, mi camisa blanca con mangas largas, mi buzo negro, mi bastón – para subir lomas- ,  mi botella con agua y partí a caminar a un cerro muy cercano a casa.

                 Con un poco de música subí y subí hasta llegar a lo más alto del cerro. Me senté, observe y respire profundamente. La vida es hermosa me decía. de no ser por las deudas estaría en el paraíso. 

                Recordé que en casa mi esposa dormía con mi hijo recién nacido. Era la primera vez que era Papá. Es una sensación muy extraña. Cuando se es Papá se recuerda mucho al papá de uno mismo. Tantas cosas que me decía Papá y en su momento no lo entendía. Pero, la vida es demasiado sabia. Ahora, le tomaba el peso y la profundidad a sus consejos, alientos, palabras y explicaciones.

                Aún vivía. Al igual que mamá. Mamá era un poco más seria. Pero tierna, suave y muy buena compañera. Cuando tenía problemas a la primera que le contaba mis cosas era a mamá. Después mi mamá le contaba a papá y el filtraba la información transformándola en solución.

                Sí. En solución. En un mundo tan lleno de problemas, tan lleno de tristezas, de pandemia, de problemas económicos, políticos, sociales e incluso filosóficos las soluciones eran escasas. O provenían de los mismos de siempre que estaban en el poder. Lo que hacia confundir al mundo. No se sabía si era un protagonismo lleno de narcisismo o reales ganas y motivación por ayudar a los demás. Creo que me hacía más sentido más bien la primera idea.               

Desde que la pandemia se declaró a nivel mundial ya habían pasado casi dos años. Aun la población seguía vacunándose. Algunos sobrevivieron otros lamentablemente no.

Y lo más extraño es que aún no se sabe si la vacuna sirvió o no. Yo espero que sí. Tiendo a creer en las personas. Más en los  seres humanos. Y no podría creer en un plan mundial conspirativo para terminar con la raza humana. Me parecería muy extraño. Criminal y miserable.

Pasó una hora y emprendí el viaje de regreso. A   mitad de camino sentí un golpe muy fuerte en cielo. Como si algo lo golpeara. Como si el cielo fuera sólido. Como si en vez de cielo fuera una cúpula.  Pero, el sonido era finalmente de la mitad del cielo hacia el sur de donde estaba.  O, por lo menos eso alcance a percibir.

Intente mirar hacia arriba para poder ver qué pasaba pero había un sol demasiado intenso. Incluso pensé que podía ser una tormenta. Pero mi sorpresa era que no había ninguna nube a la redonda.

También pensé que podría haber sido un avión. Los aviones solían hacer ese ruido. Mientras seguía bajando y pensando que podría haber sido sentí otro golpe. Pero este fue mucho más ruidoso.

Llame a mi esposa y me contesto. Le dije que cogiera a nuestro hijo y que se escondiera en el subterráneo donde teníamos un pequeño dormitorio en caso de cualquier emergencia.

Estaba muy asustada con mi hijo en sus brazos. Cuando de pronto se escuchó el último golpe. Fue tan fuerte y grave que caí al suelo. Mire al cielo y este parecía que se había roto en mil pedazos. Como un vidrio.

                La llamada se cortó. Era de día. Y de pronto se hizo de noche. Con una oscuridad que solo  se veía en las películas de terror.

                Agarre mis cosas. No se podía ver absolutamente nada. ¿Dónde estaba el día? ¿Por qué la noche se apodero de todo?

                De la nada un haz de luz muy pequeño se hizo presente. Poco a poco la luz comenzó a iluminar todo. Pero la luz no provenía del cielo. Sino que provenía de esa luz que de manera repentina se presentó en el centro de la ciudad y que a cada minuto se hacía más grande.

                Mientras avanzaba el haz de luz comencé a ver el desastre que estaba ante mis ojos: la ciudad había sido destruida.

                ¿Por qué? No lo sabía.

                ¿Por quién? No lo sabía.

                ¿Por quienes? No lo sabía.

                ¿Dios? No lo sabía.

    ?El Diablo? No lo sabía

                ¿Ángeles? No lo sabía.

                ¿Bombas? No lo sabía.

                ¿El Apocalipsis?. No lo sabía.

                ¿Extraterrestres? No lo sabía.

                Solo sabía que el ruido había desaparecido, la luz seguía avanzando y que mi esposa y mi pequeño bebe me necesitaban más que nunca.

                Corrí. Solo corrí. Y corrí con más fuerzas. Hasta que llegue a casa. O mejor dicho, un montón de escombros.

                Grite el nombre de mi esposa. Nadie respondía. Grite más fuerte. Nadie respondía. Y mi celular sonó. Era mi esposa. Era un mensaje. Decía que estaba en el subterráneo. Que no veía a nuestro hijo. Y que estaba atrapada.

                Llore…

 

CONTINUARA……











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