El vago - Parte II - Dedicado Al Origen De La Ignorancia
Con los años
el vago construyó doce mandamientos. Como el vago no sabía leer ni escribir y
menos interpretar pensaba que diez y doce eran lo mismo. En una hoja escrita a mano estaba colgado en
el baño, en la cocina y en su dormitorio dicha información. Como sufría de mala
memoria debía recordar leyendo constantemente la información que él mismo había
creado. El vago pensaba que dios creía en él. Y que dios le hablaba. Y como le
hablaba, el vago pensó que un día dios le dijo que construyera sus propios
mandamientos. Entonces el vago tuvo
la dicha de dictaminar su propio decálogo. Más dos mandamientos. El vago leía todos los días:
- Tu Dios será la forma, no el fondo. O al revés. Pero nunca se combinarán.
- Te
inventaras imágenes. Tendrás mucha creatividad al inventar imágenes y
semejanzas de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, en las
aguas y debajo de ella.
- No te
inclinarás ante ninguna imagen, ni las honrarás; porque eres perfecto.
- No
tomarás el nombre de Dios en vano; tomarás solo tu voz. Única e
irrepetible.
- Solo
santificarás el día domingo.
- Un día
trabajaras. Los otros seis no harás mucho. Mejor, no harás nada.
- No
honraras a tu padre y a tu madre, ya que jamás sentirás vergüenza de lo
que hagas.
- No
matarás literalmente, pero si derramaras chismes por quien se te aparezca.
Lo que sería matar a alguien socialmente.
- No
cometerás adulterio, solo pedirás prestado amor. No es lo mismo.
- No
hurtarás, solo pedirás prestado sin consentimiento de otro.
- No
dirás falso testimonio contra tu prójimo. Solo te inventaras e imaginaras
situaciones. Que jamás existieron.
- No
codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni
su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu
prójimo. Solo harás lo posible por obtener todo lo anterior.
Así comenzaba
el día del vago leyendo sus doce pasos. Todos los días. Tomando café y unas
galletas para mantener la línea dietética.
El vago se
despertaba muy temprano. Ya que lo poco de conciencia moral y ética que le quedaba
no lo dejaba dormir. Sufría de insomnio.
Durante largas horas antes de poder conciliar el sueño recorría todo lo
que se había inventado en el día anterior, en la semana anterior, en el mes
anterior, en el año anterior, en su vida. Intentaba entonces darle coherencia a
su delirio para que todo tuviera sentido.
Por tanto, el
vago siempre andaba cansado. No por que trabajase, sino que invertía todas sus
energías para seguir manteniendo sus enormes construcciones de nubes, arenas y
emociones en el aire.
En el único
día que trabajaba, el vago escribía cosas. Intentaba construir una especie de libro.
Nunca escribía en un papel por que le daba pereza. Casi siempre escribía en
alguna servilleta. La compartió con su compañero de trabajo. Y el vago le dijo
al compañero de trabajo; léelo en voz alta y me dices después que piensas. A lo
que el compañero dijo de esa escueta servilleta:
-
“… todo
el mundo es malo. Que saco con ser bueno si la fascinación del hombre es hacer
daño. Nadie cree en nadie. Solo los más inteligentes sobrevivirán. Ser
inteligente significa gritar a los cuatro vientos lo que se te antoje. Da lo mismo que digas. este ejercicio te
transforma en el líder de la situación. Ya que, el hombre es instinto. Es
fuerza. Todo el mundo es malo. Existe una sola ley. La ley del quien gana. Como
sea. Ganar como sea te llevará a la gloria. Y esa ley te permitirá llegar lejos…”
-
Te gusto- señaló el vago preguntándole a su
compañero.
-
Un poco fuera de contexto y bastante primitivo
como arcaica tu manera de pensar.
-
Es que tu no entiendes. – señaló el vago.
Inmediatamente el vago cogió su papel. Se sentó y se enojó. Estirando
la boca como un niño de cuatro años. Hizo esto durante una hora. Su compañero
solo esbozo una leve sonrisa.
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