El enfermo no tenía remedio. Jamás cambiaría. Jamas se arrepentiría. Seguía utilizando a los demás como escudo para sus faenas. Durante las noches el enfermo pasaba largas horas intentando hacer encajar lo que decía, lo que pensaba y lo que haría. Claramente se mentía a sí mismo, mentía a los demás y construía mentiras sobre mentiras. No obstante, alguien siempre le creía. E l enfermo se sentía excesivamente preocupado o innecesariamente responsable de algunas cosas, tenía preocupaciones crónicas e irracionales sobre la suciedad y los gérmenes o sobre contaminarse de alguna manera, experimentaba constantes impulsos agresivos; sin embargo, estos impulsos solían manifestarse como imágenes intrusivas en su mente, pero no siempre se convertían en acciones, también veía imágenes inapropiadas, desagradables e indeseadas de caráct...