Historias Asombrosas / 03 / El Microondas
No me gustaba arrendar
lugares. Aunque siempre tenía la posibilidad de hablar con los dueños mi
paranoia indicaba que algo podría haber pasado en dichos lugares. Es más
pensaba; “los dueños que arriendan esconden secretos acerca de la verdadera
historia de sus propias casas”
Pero no les importaba. La idea
era ganar. A costa de todo. No importando ni menos respetando las paredes que podrían
haber visto desde el nacimiento de un genio hasta el más macabro de los
asesinatos.
El costo de este departamento
era ridículamente bajo. De ahí mis dudas. Estaba bien ubicado. A metros del
tren subterráneo y a una cuadra de la locomoción colectiva. El departamento era
grande. Tres piezas, tres baños, una sala- comedor de veinte metros cuadrados, lavandería,
décimo piso. En total el departamento era de trescientos metros cuadrados. El precio:
doscientos dólares mensuales. Y la duda siempre estaba presente. Pero no tenía
otra opción.
Y no estaba equivocado. A dos
días de estar en mi nuevo departamento una anciana de casi noventa años se me
acerco con un pastel hecho por ella misma diciendo:
-
Bienvenido
-
Muchas gracias respondí-
-
Esto es para usted – es un pastel horneado
con masa madre de vainilla
-
Muchas gracias dije de nuevo.
-
Solo tenga cuidado por las noches…
-
¿Por qué? – pregunte ´preocupado-
-
Donde usted habita ahora vivía el “viejo
Krause”. Un anciano que solo de noche hacia mucha bulla. Mucho ruido. Al parecer
tenia invitados solo por la noche.
-
Tranquila. Yo no soy de muchos amigos. Además
que mi trabajo me consume todo el dia. Gracias por los consejos y por el pastel
señora - Avance hacia el ahora: mi departamento-.
Mi vida era, hasta entonces,
muy entretenida. Era ingeniero de sonido y pasaba mis días editando audios para
comerciales, televisión, y podcast. Mi mundo estaba hecho de ondas,
frecuencias, decibelios, notas y música. Por eso, cuando escuche el primer
murmullo en el microondas, lo atribuí a interferencia electromagnética.
El microondas era un viejo
modelo, instalado ya en la cocina cuando me mudé. No me importó. Era funcional así
que lo deje ahí mismo. Lento pero funcional. Sin embargo, con los días pude
detectar cuando me alejaba del microondas un tenue murmullo bajo el normal
zumbido del sonido ambiente. No era un pitido o un sonido mecánico, sino algo
vocal. Como si alguien o algo hablara muy despacio desde dentro del microondas.
Al principio no entendía
nada. Solo ruidos indescifrables, como un canto inverso o una grabación dañada.
Como tenía mucho trabajo tambien lo atribuía a algún vecino con la televisión prendida
o con la radio prendida desde otro departamento.
Lo achaque a mi profesión. Ya
que, como trabaja con audios mi habilidad más pulida era el oído y siempre
escuchaba patrones.
Pero noche tras noche, los
murmullos adquirieron un patrón distinto que logre detectar. Siempre al calentar
algo por más de treinta segundos no importando si era sopa, café, arroz o
palomitas, al llegar el segundo treinta comenzaban otros sonidos.
Con mi equipo de edición de
audio, conecte un micrófono de alta sensibilidad al interior del horno y grabé
varias sesiones. Lo que descubrí no tenía explicación.
Las formas de onda no
correspondían a interferencia o sonidos aleatorios. Eran vocalizaciones. Era un
mensaje.
Pase horas limpiando el
ruido, ajustando filtros y ecualizadores hasta que emergió una palabra. Con una
claridad perturbadora:
##DEVUELVELO##
El mensaje era siempre el mismo.
Frio. Urgente. Fúnebre:
##DEVUELVELO##
Y yo me preguntaba:
¿devolver qué?
Busque entre los cajones y
muebles del departamento algo que pareciera fuera de lugar, algo olvidado por
los antiguos inquilinos. Nada. Contacte al arrendador, un anciano hosco que
apenas quiso hablar. Solo me dijo que el departamento había estado vacío desde
la desaparición del “viejo Kraus”, y luego colgó.
Mi curiosidad, maldita sea,
no pudo más. Investigue en archivos municipales, bibliotecas polvorientas,
foros esotéricos y descubrí por fin algo interesante. El “viejo Kraus” había sido
un académico excéntrico, un físico retirado devenido ocultista aficionado. Aníbal
Kraus, el verdadero nombre del “viejo Kraus”, se había obsesionado con la “vibración
de lo invisible”. Encontré tambien una teoría que sostenía que “el universo
oculto – lo que hay detrás de la materia- podría revelarse si se alcanzaban las
frecuencias adecuadas”
El “viejo Kraus” utilizaba
aparatos eléctricos comunes para emitir señales precisas, y entre ellos, un
microondas modificado. Uno idéntico al que ahora tenía en mi cocina.
Una noche, impulsado por una
mezcla de miedo y fascinación, decidí replicar los experimentos. Coloque una
copa de agua dentro del microondas, ajuste el temporizador a un minuto exacto,
y deje grabando. El murmullo volvió, esta vez más alto. Salte de mí silla al
escuchar con claridad:
## ¡DEVUELVELO¡ ¡LO ABRISTE¡
Esa noche no pude dormir. Me
daba vueltas y vueltas en mi cama con la televisión prendida y la luz de mi
velador a la izquierda. Paso el tiempo muy rápido y cuando comenzaba a
amanecer, me arme de valor, y desmonte el microondas. En su interior, tras una lámina
metálica floja, encontré un pequeño compartimiento oculto. Dentro, envuelto en
un paño negro húmedo había un objeto.
Era un cilindro metálico del
tamaño de un pulgar, cubierto con símbolos grabados, y tan frio que quemaba al
tacto. Apenas lo toque, mi visión se distorsionó como si tuviera unos lentes 3
D delante de mis ojos. Sentí vértigo, y en los bordes de mi vista comenzaron a
danzar figuras, formas humanas sin ojos, con bocas abiertas en lamento, como
atrapadas en una vibración sin fin.
Cogí el cilindro y volví a envolverlo
y corrí al ascensor. Llegue al piso numero veinte y salí a la azotea. Intente arrojarlo,
pero mis manos no me obedecían. Luchaban por retenerlo. Caí de rodillas,
jadeando, mientras voces sin gargantas hablaban en mi odio. No era telepatía. Era sonido. Sonido que no pertenecía
a este mundo.
Ya más tranquilo. Y con solo
ruido de ambiente baje a mi departamento sin antes encontrarme nuevamente con
la señora.
-
Buenas noches hijo- me dijo.
-
Buenas noches señora.
-
¿Le gusto el pastel?
-
Si señora. Muy amable. El pastel estaba muy
rico.
-
Qué bueno. Solo un detalle. Quería compartirlo
con usted. Yo sufro de muchos dolores y a mi comida le coloco marihuana. Espero
no le haya molestado.
-
No señora. Tranquila. No se preocupe.
Me despedí de la señora y
pensaba: ¿todo lo ocurrido eran efectos del pastel con marihuana? ¿Qué tipo de
marihuana le había colocado la señora al pastel? ¿Existía una marihuana con
efectos tan alucinógenos?
Esa noche dormí como un
bebe. De no ser por la alarma hubiese seguido durmiendo. Me senté en la cama y
los murmullos nuevamente irrumpieron mi despertar.
Fui a la cocina. Puse agua
en un vaso para hacerme un café. Coloque un minuto en el microondas. Iba todo
bien hasta que cinco segundos después de que parara se escuchó en toda la
cocina:
## SOY KRAUSE…HAY
FRECUENCIAS QUE NO DEBEN ABRIRSE…EL CILINDRO ES LA LLAVE…ES UNA ANTENA…HAY
OTROS MUNDOS…EXISTEN DIMENSIONES QUE NO IMAGINAS…DEVUELMELA##
Pasaron semanas después de
haber escuchado toda esa información en la cocina. Desde entonces, el
microondas ya no murmura. Esta mudo. Pero cada noche, desde los enchufes, desde
las paredes, desde la radio aun apagada y a la misma hora escucho el mismo mensaje
tenue y suave:
##NO LO DEVOLVISTE##
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