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El susurro del alma - El codigo

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  En las calles de la ciudad, en medio de la noche, me arrastro, herido de muerte. Llevo años robando. Soy un ladrón experimentado. Pero en el amor nunca fui un sabio. No creo que sobreviva. Siento poco a poco como el sonido de sirenas se acerca. Es la policía. Si, robe y mate a muchas personas. Jamás mujeres y niños. Es el código. Pero tampoco mate por capricho. Menos por encargo. Mate a quien siempre tenía mucho pero que había ganado su dinero de manera deshonesta. Siempre mate a quien se lo merecía. A quien hacia sufrir. Y robe, a quien hacia de su tesoro una vida deshonesta.  El dolor en mi pecho es insoportable, cada respiración es un desafío. Que irónico que muriese en manos de mi suegro pensando que era un ladrón. Aunque lo soy, nunca le hubiese robado. Lo único que robe fue el corazón de su hija. Pero, lamentablemente la noche, los cortes de luz, y la inseguridad hacen confundir a cualquiera. Mi suegro no es una mala persona. Solo se confundió pensando que era un ladrón c

Quien tenga el control de la naturaleza, tendrá el control del ser humano

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  Intentare ser lo más sencillo y simple en esta travesía por el intento de explicar algo   de vital importancia para el ser humano. La  ionósfera   es una capa superior de la atmosfera , ubicada entre los 80 y 500 km de altura, donde tienen lugar procesos de ionización, de allí su nombre. La palabra ionósfera se compone de dos términos de origen griego: ἰών (ion), que se refiere al átomo y su propiedad de transportar carga eléctrica, y σφαῖρα (sfaira), que significa ‘esfera’. La ionosfera es un lugar de excelente conducción eléctrica, lo que facilita la  propagación de ondas de radio y televisión (Fig.1) La ionósfera a su vez  se subdivide en varias capas , conocidas con las letras D, E, F1 y F2. Las capas más bajas, D y E, son idóneas para las ondas de radio de baja frecuencia, mientras que las más altas, F1 y F2, reflejan las ondas de radio con frecuencias mayores.                                                                                     FIG1 1 No hay que olvi