Historias Asombrosas / 02 / El Ultimo guardián

 





Abnegación

Renuncia voluntaria de los propios intereses, deseos o incluso la propia vida en beneficio de otros o de una causa mayor. Implica un sacrificio personal, a menudo considerado una virtud, que puede surgir de motivos altruistas, religiosos o morales.



El ultimo guardián.


Minutos antes del amanecer, cuando las sombras danzan aun como espectros sobre ruinas, recibí inesperadamente una carta. Lo asombroso fue el servicio de correos funcionando a esa hora de la madrugada. El cartero, un hombre lánguido, sin habla, que solo estiro su mano para entregarme el documento, rápidamente desapareció de mi vista.

Abrí la carta con ciertos sellos muy extraños que desconocía. Parecían salidos de un juego de mesa para niños sobre aventuras. La carta estaba escrita en un dialecto extraño, una mezcla de latín y lenguaje gutural que se rumoreaba aun hablarse en las criptas sumergidas bajo el atlántico. 

La misiva venia firmada únicamente con un símbolo: un ojo negro rodeado por tentáculos, el signo olvidado de Thratj. 

El escrito se concentraba en una promesa hecha hace siglos atrás por mis ancestros, quienes se habían entregado al culto de los profundos para asegurar la prosperidad de su linaje. Yo, era el último de la línea y había sido elegido como el guardián final. Mis estudios en oceanografía – y que mis padres nunca aceptaron por ser muy mal pagada- hace años me habían advertido sobre los horrores de esa ciudad submarina.

Me parecía estar experimentando un juego, un chiste, una broma pesada incluso de mis amigos y compañeros. Ya que, era común que les contara en fiestas o reuniones los secretos de ciudades perdidas y leyendas abrazadas por el olvido. 

Estaba siendo parte de una leyenda. Una leyenda que no sabía cómo responder. Pase una semana haciendo lo que solía hacer; levantarme, desayunar, ir al trabajo, llamar a mi hija – estaba divorciado y soltero-, regresar a casa, tomar una cerveza y dormir.

Fue el domingo, el día que todo tuvo sentido. Probablemente era el momento que siempre había esperado. Mis padres – que ya habían fallecido- constantemente me recordaban que siempre valía la pena intentarlo. En cualquier proyecto o emprendimiento. No había nada que perder. Obviamente tomando las medidas de seguridad siempre necesarias. 

Ese domingo eran las tres de la tarde. Usualmente dormía siesta. Pero no podía dormir. Esa tarde no podía dormir porque la carta aparecía ante mis ojos. Su información bombardeaba mi cabeza sin irse. Opte por salir. Salí a una plaza que estaba cerca de mi departamento.  Los niños jugaban, los padres cuidaban a sus niños y yo recordaba cuando mi hija era pequeña y su padre era su superhéroe. Hoy ella tiene diecisiete años. Ocupada en su crecimiento, estudios y novio. Que lindos recuerdos. Y que viejo me sentía. 

Solo y sin pensarlo más, abandone todo. Deje atrás casa, nombre, razón menos el rostro de mi hija. 

Descendí esa noche por las grutas sumergidas que estaban a menos de quince metros de mi hogar. Prendí la linterna. Todo estaba oscuro. La linterna solo alumbraba donde la dirigía. Lo demás era solo oscuridad. Pero, una vez cruzado unos treinta minutos esa eterna sombra sentí como los sueños dejaron de ser míos. Comencé a oír cantos ahogados por la noche, voces que reclamaban el regreso del ultimo hijo fiel. No era temor lo que sentía sino que una melancolía resignación. Mi voluntad había sido reemplazada por la de otros seres antiguos y vastos. 

La ciudad de Thratj se abría ante mí como un laberinto de arquitectura ciclópea, hecha de ángulos, que herían la lógica y geometrías que el ojo humano no debía captar. Y menos entender. Estaban ahí ante mi ser edificios orgánicos y húmedos que respiraban como bestias dormidas. 

La ciudad estaba viva. Sus habitantes- los híbridos- nadaban en torno a mí con ojos sin parpados, llenos de una devoción que bordeaba lo grotesco. Me aceptaron sin palabras, porque yo era el vínculo, la llave para preservar el equilibrio entre su mundo y el nuestro.

E, inevitablemente en mi mente se instaló el rostro de mi hija. 

Mientras pensaba a mi hija un sacerdote eterno se me acercó. Su carne parecía hecha de coral fosforescente y su rostro era un caos de branquias y murmullos. 

El sacerdote me reveló el motivo de mi llamado: los sellos que contenían el equilibrio de la Tierra se debilitaban. Alguien debía ofrecerse para renovar el pacto, no con palabras ni sangre, sino con su ser entero. En pocas palabras sería absorbido por la consciencia de Thratj. Mi vida, mis pensamientos, mi existencia- en otro nivel- serían convertidos en murmullo perpetuo bajo las aguas. 

El miedo se instaló e mis pensamientos. Pero, ya estaba allí. 

La ceremonia se realizó en el abismo sagrado, un cráter insondable que se abría en el núcleo de la misma ciudad. Fui conducido por túneles palpitantes hasta el borde del vacío, mientras los cantos antiguos llenaban la caverna. 

Recité las palabras prohibidas del ritual de Thratj, y sentí sin dolor alguno como mi carne se separaba de mi conciencia. Sentí como la realidad se partía en dos. 

Mi cuerpo cayó, pero mi mente ascendió… o descendió…o se deshizo. Ya no lo sé. Fui parte del abismo, del pacto, del susurro eterno que mantiene alejadas a las bestias que yacen más allá de las estrellas. No quedaban de mí sino voluntad: abnegada, entregada, perdida. 

No sé dónde estoy. A veces entiendo que estoy en todas partes y a veces siento que no estoy en ningún lugar. Tal vez el tiempo me permitirá manejar mi nueva condición. 

Ahora, cuando el mar golpea las rocas y los hombres sueñan con cosas que no pueden nombrar, soy yo quien los mira desde las profundidades. Mi sacrificio fue completo. Mi nombre se ha desvanecido, pero mi deber permanece. 

El que se entrega por amor muere mil veces, pero renace en cada memoria que lo nombra. La abnegación es la flor que se abre al abismo, ignorando que su perfume será eterno. Quien se consume por otros no desparece; se convierte en llama que guía en la oscuridad. Cada acto de abnegación es un paso hacia la muerte del yo, y un despertar del nosotros. La muerte no pesa cuando el sacrificio le da alas a los demás. 

Porque hay pactos que no se pueden romper…

Porque hay horrores que solo la abnegación puede contener…

Y hay amores puros que son eternos…donde somos capaces de dar la vida para que esos amores puedan seguir con el ciclo natural del planeta Tierra…

Y esta mi hija… 







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