HIstorias Asombrosas / 01 / El Rostro De Lo Que Nunca Fue
“Aberración”
Actuación antinatural del
ser humano
El Rostro de lo que nunca
fue
Nunca había contado esto,
solo lo hare ahora – a las puertas de mi internación final en la clínica de
salud mental – porque tengo la valentía de hacerlo. Y señalo valentía porque no me interesa pasar
por loco más bien me interesa pasar por honesto y sincero víctima de un hecho
que aún le busco explicación. Además,
que pienso que es el momento exacto porque
será justo esa “valentía” la que dormirá entre los tratamientos de la
clínica de salud mental. Y ni hablar de la desaparición de mi voluntad.
Lo que vi en esa casa
abandonada jamás debería ser conocido por ningún hombre cuerdo de la sociedad.
Y no lo vi por curioso sino que porque mi trabajo justamente guarda relación
con la comprensión del comportamiento humano. Tenía que estar ahí. Pero todos
los días le ruego a dios jamás haber estado en ese lugar. Pero lo hecho, hecho
está.
Mi nombre es Jhon Thera. Toda mi vida fui psicólogo. En
mi afán por investigar las fronteras del comportamiento humano, acepté–
equivocadamente- una invitación inusual. Me fue enviada por un tal Doctor Valek
Vall, un hombre olvidado en los registros médicos, pero que alguna vez tuvo una
máxima reputación como neuropsiquiatra radical. La carta- invitación de este
doctor hablaba de un experimento realizado con “la materia prima de la
conciencia” y del hallazgo de una “conducta humana innombrable que no surgía de
la mente humana”
Viaje a su mansión situada
en una colina desolada, envuelta por una extraña niebla perpetua y maleza
sofocante. La casa parecía más un mausoleo que un hogar. No había nadie más que
el doctor en casa. Tampoco había electricidad, solo lámparas de aceite y
corredores tapizados con extraños retratos.
El doctor me recibió con una
cortesía casi mecánica, repitiendo frases como si fueran líneas de una obra
teatral aprendida con desgano. Nos dirigimos a una biblioteca repleta de
libros. Nos acercamos a una mesa que tenía una vela de color negra y una vela
color roja. Hizo una larga pausa con los ojos cerrados. Posteriormente, se
dirigió a un área específica de la biblioteca. Saco un libro muy grande. Abrió
la página 101 y me dijo: “la mente humana, cuando se expone a estímulos no
terrenales, puede actuar como huésped de entidades anteriores al tiempo. No
posesión, no locura…sino una sustitución progresiva de la conducta”.
Cerró el libro. Me invito a
otra área de la casa. Llegamos hasta el sótano. Abrió el sótano. Bajamos por
una larga escalera. A mi juicio, bajamos unos dos pisos. Llegamos al centro de
una habitación muy grande. Frente a nosotros una jaula tapada con una cortina
de fina seda color azul. Con su mano el doctor me empujo suavemente a unos
quince metros de la jaula. El doctor tiro de una soga y la cortina cayó de la jaula.
El doctor mantenía encerrado
a un sujeto, un joven que supuestamente había sido parte de un experimento. No
hablaba, no gritaba, sus ojos eran de color negro. Su color de piel de un
blanco casi luminoso. Se movía mucho. Sin embargo, de formas que desafiaban el
sentido de un movimiento humano común. Sus articulaciones se dislocaban
voluntariamente para permitir posturas imposibles. Sus movimientos eran
calculados pero ajenos, como si respondiera a ritmos que solo el escuchara.
El doctor me dijo que el
joven ya no era humano, “solo usaba su forma”, y que su comportamiento obedecía
a “una lógica anterior al lenguaje, anterior a la carne”
Obsesionado, comencé a estudiar los archivos del doctor.
No dormía mucho. Los documentos hablaban de rituales pre-humanos, de símbolos
que al ser observados “reconfiguraban el patrón neuronal humano”. Halle dibujos
en tiza negra, espirales, rostros sin simetría, ojos sobre ojos, cuerpos sin
forma y partes del cuerpo humano transformándose en un cuerpo finalmente.
Después de meses en la casa del doctor y su biblioteca
algo comenzó a cambiar en mi mente. Primero, fueron mis sueños. Soñaba con
ciudades sumergidas donde los edificios se construían con ángulos que herían la
mente. Luego, durante el día, me
descubrí repitiendo frases sin sentido en voz baja, gesticulando sin querer,
dibujando los mismos símbolos en los márgenes de los libros.
Un día desperté de pie, frente al espejo, observándome
durante horas. No recuerdo haberme levantado. Comencé a confundir mis sueños
con lo que se llama “realidad”.
Por horas busque al doctor por la casa pero solo hallé su
bata. Corrí al sótano y el joven había desaparecido y en su lugar había algo
imposible de describir. No tenía forma
concreta sino una constante recomposición de partes humanas actuando como si no
lo fueran. De pronto, y provocándome una arritmia coronaria observe su rostro.
Su rostro era mi rostro.
Salí corriendo y pensaba
mientras intentaba escapar de la casa que el doctor no era el creador del
experimento sino que su primera víctima. Comprendí que el verdadero propósito
era multiplicarse; sustituir conductas, luego cuerpo, luego especies. Poco a
poco. Lentamente. Una suerte de posesión a largo plazo. Una posesión que nunca
pude descubrir. No sabía y nunca pude comprender quién o quienes la
dirigían.
Logre escapar de la casa del doctor. O algo dentro de mí
decidió hacerlo para sobrevivir. Pero ya no sé si el que escribe “soy yo” o lo
que me “mira desde el espejo”.
Mi cuerpo aún se mueve como humano, pero la forma en que
pienso ya no me pertenece. He observado a los demás imitar mis gestos. La
infección - porque eso es - no se
transmite por sangre, sino que por conducta. Verme actuar es suficiente para
enfermarse.
Por eso deben destruir este escrito. No lean mis palabras
en voz alta. No copien mis movimientos. No me imiten. Porque la aberración no
está en la forma que adoptamos, sino que en como dejamos de ser nosotros al
actuar como algo que nunca debimos comprender.
Llegue a la clínica de salud mental…quiero descubrir
antes, durante y después de la medicación quien o quienes están detrás de esto.
…o al menos…lo intentaré…
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