Cartas a Dios / XII / ¿Milagros o Coincidencias?
Querido Dios:
Hoy me acerco a ti con el corazón
abierto y la mente llena de preguntas. He oído hablar de tus milagros desde que
tengo memoria. Algunos los he leído en las escrituras, otros me los han contado
personas que lo vivieron, y algunos los he sentido en los pequeños detalles de
mi propia vida. Pero hoy no quiero solo contemplarlos, quiero comprenderlos. Quiero
saber cómo se construye un milagro.
No me refiero a cambiar el
curso de un río ni a detener el sol en el cielo. Me refiero a esos milagros cotidianos
que transforman una vida, una reconciliación que parecía imposible, una esperanza
que vuelve donde solo hacia vacío, una persona que encuentra su propósito después
de estar perdido tanto tiempo.
¿Dónde empieza un milagro,
señor?
¿Empieza en la fe, en el
amor, en la humildad, en el servicio silencioso?
¿Empieza después de un gran
dolor?
¿Empieza después de perderlo
todo?
¿Quién elige de entre los
cielos quien puede construir un milagro?
¿Solo es una condición tuya
mi señor?
¿Podremos los mortales o simples
seres humanos generar milagros?
¿Cómo saber que has
construido un milagro?
¿Un milagro es sinónimo de fenómeno, rareza, revelación, sorpresa o
maravilla?
¿El o los milagros viene con
una progresivo, lento y tortuoso sacrificio en donde incluso corre peligro la
propia vida?
¿Los milagros son seguidos
de estigmas?
¿O, los milagros comienzan
en el momento exacto en que dejamos de pensar en nosotros mismos para pensar en
los demás?
A veces siento que los
milagros no se pide; se construyen. Pero, no sé por dónde empezar. Menos en una
sociedad actual tan violenta. Tal vez se construyen con actos pequeños,
sostenidos en el tiempo. Tal vez se trata de sembrar paz donde hay conflicto, compasión
donde hay juicio, y presencia donde hay olvido.
Querido Dios; si ese es el camino, entonces te pido:
Enséñame a ser constructor
de milagros.
Muéstrame como poner las
manos, como mirar al otro, como confiar incluso cuando no veo el resultado.
Haz que no espere el milagro
como un espectáculo, sino como una consecuencia del amor en movimiento.
Y si algún día tengo la
gracia de presenciar un milagro, grande
o pequeño, dame la sabiduría para reconocerlo.
Y la gratitud par no apropiármelo.
Gracias por escucharme.
Gracias por los milagros que
ya están ocurriendo y que mi prisa no me deja ver.
Te cuento querido Dios y
antes de despedirme que pienso que realmente los milagros existen. Por ejemplo;
en UNA OPORTUNIDAD.
Con todo mi corazón.
Rodrigo
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