Epizootia- Parte II -
Viernes 14 de mayo de 2021.
14.00 hrs Pm.
Acabo de
almorzar. Me encanta comer. No soy gordo ni flaco. Me toca cocinar todos los días.
Odio hacer el aseo. No soy sucio. Me encanta el orden. Pero, no puedo hacer
todo. Ya me canso. Y me canso con facilidad. O probablemente me fatigo, me
estreso, termino agotado. Puede ser por
lo que se está viviendo en estos tiempos. Estamos en pandemia. Seguimos en pandemia. El mundo
cambio. La vida cambio. Todos cambiamos. Nada es lo mismo.
Ya nadie te
abraza. La distancia emocional con cada ser humano cada vez es más profunda. Pero,
cada vez nos acercamos más a la tecnología. Principalmente a estar todo el día
pegado al celular. Nadie lo habría pensado. Bueno, hasta hace cinco años era
impensado pero ocurrió: nos interesa más estar en línea digitalmente que estar
en línea humanamente. Y lo peor, se consume solo entretenimiento. Solo basura. Solo
información que no aporta a los grandes cambios que necesita el mundo.
Esto es una
locura; ¿Cómo es posible abrazar con más fuerzas a un aparato que a un ser
humano? ¿Qué nos está pasando? ¿Sera que estamos viviendo tiempos de grandes
transformaciones? ¿Será que no estoy sintonizando con las transformaciones? ¿Me
estaré poniendo viejo? Por qué no estoy de acuerdo con abrazar con tanto amor a
la tecnología.
En pandemia, extraño
mucho esto: ver a mi grupo de pares, un abrazo o un
cariño. Pese a que mi familia es muy cariñosa también se necesita socializar
con otras familias, amigos, hermanos, y otros círculos sociales.
Después de las
14.00 y después de almorzar siempre baja mi motivación. Lo que me está
obligando a dormir una siesta de dos horas. En esas dos horas soñar y dormir no
es lo mismo. En la tarde sueño y duermo extrañamente. Puedo recordar el sueño sin problemas y sueño con nitidez,
pero no descanso tanto. En cambio, por la noche duermo mejor pero no recuerdo
nada de lo que sueño. ¿Por qué será? No tengo la menor idea.
Despierto de
mi siesta. Me despierta un pajarillo que ha quedado encerrado en casa. Me dirijo
al living de mi casa. Es un pájaro muy pequeño. Está asustado. Yo también. No sé
cómo sacarlo. No lo puedo tomar con las manos pero si lo cojo con una camisa.
El pajarillo
reclama. Emite un sonido que nunca había escuchado de un pájaro. Era un sonido entre
angustia y dolor. No le hice daño. Lo deje en mi patio. Y lo observo cada una
hora para que no sea el plato principal de algún gato caprichoso.
Mientras observo al pajarillo me pregunto: ¿el pajarillo tendrá dios? ¿Hablaran los
animales con dios? ¿El pajarillo tendrá algún contacto con alguna deidad? De ser
así; ¿se salvara el pajarillo que acabo de ayudar?
¿O vendrá el pajarillo a sufrir?
¿Sera eso? ¿Viene a sufrir? ¿Pensaran los animales? ¿Sentirán? ¿Lloraran? ¿Habrá
algún pajarillo en contra de todos los estamentos estatales?
¿Por qué el pajarillo andaba
solo? ¿Por qué mientras lo ayudaba no había otro pajarillo preocupado por él o ella? ¿Sobrevivirá?
¿Será que la
pandemia me está haciendo preguntarme cosas sin sentido? ¿Dónde está el sentido
de la vida? ¿En la filosofía? ¿En la política? ¿En la economía? ¿En lo social?
¿Por
qué deje de reír? ¿Por qué deje de sentirme alegre? ¿Estaré con depresión? ¿O
alguna enfermedad mental?
Porque yo recuerdo haber reído y haber sido
feliz. Era muy feliz. Me levantaba con ganas de hacer muchas cosas.
Pero al parecer, la adultez
viene con angustia, ansiedad, desanimo, depresión y rabia, mucha rabia.
Seguiré cuidando al pajarillo. Después
seguiré trabajando. Me estoy preocupando de un animal. Tal vez ese pajarillo
nunca se acuerde mí. Pero se siente bien. Se siente bien preocuparse por otro. O
por otra.
Preocuparse
por otro produce vida. Le da sentido a la vida.
Continuara………………………………………………………….
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