El punto cardinal. Parte II – Social Room – Hospital.
Los
puntos cardinales son para no perderse. Para ubicarse. Para tener una idea en
donde se está, hacia donde se quiere ir y a donde se quiere llegar.
La
pandemia ha hecho olvidar los puntos cardinales. Ahora, el norte es el sur, el
sur el norte, el oeste el este y el este el oeste. Ya que, el virus
caprichosamente no elige un punto cardinal. Solo se deja llevar. Como si el
virus tuviese plena libertad de volar, nadar, esconderse y luego aparecer,
asustar, hacerse invisible y volver a aparecer. O el virus es extremadamente
inteligente o el ser humano que lo representa al virus lo es mucho más.
Covid –
19, es más peligroso en manos de los medios de comunicación que su propio genoma de ADN.
Ya casi seis meses desde el primer día de encierro. Seis
meses de dolor, tristeza, partidas, velorios, muerte, cambios de perspectivas,
angustiantes días y angustiantes noches, promesas de cura, un OMS que no sé qué
hace – y que tal vez no hace nada por
que su líder no es médico-, promesas de esperanza, cambios radicales en el
clima, asteroides que amenazan según la nasa cada día a la Tierra, nuevas
elecciones presidenciales, despidos, más trabajo a través de las computadoras, nuevas cepas del coronavirus, un Dios que no
aparece, un diablo que no se deja ver y un purgatorio que al parecer se ha
instalado en cada hogar.
Y en medio
de todo esto: nosotros. Tengo que ir al hospital a entregar un certificado. Manejo
sin problemas en medio del asfalto caliente por la imprudencia y la impotencia
de la ciudadanía.
Estaciono el auto. Me bajo. Me pongo mi mandil. Saludo a
los guardias. Voy a talento humano. El hospital es de niños. Se ven pocos niños.
A los que veo los saludo. Veo a uno y le pregunto:
- - ¿Cómo vas campeón?
- - Muy bien. Mejor me dice. Mucho mejor – responde
con un poco de tos-
Continuo
hacia talento humano. Que de talento tiene poco y de humano nada. Debería llamarse
en vez de talento humano: bodega de documentos y evidencias. que nadie lee y
que nadie revisa y que nadie cambia. Porque, al parecer, el papel sustituyo la
palabra de cualquier caballero.
Pido hablar
con el jefe. Me dicen que esta en el segundo piso. Voy al segundo piso y no
esta. Me dicen que esta en el primer piso. Voy al primer piso y no esta. Me dicen
que esta en talento humano. Les digo que vengo de allá. Entonces, me dicen que
esta en el tercer piso. Voy al tercer piso y ahí estaba. De tanto que pasee en
el hospital me empieza a picar la garganta y a picar los ojos. Juego con mi juicio
de realidad y le digo: bueno, el coronavirus te quiere con él. A lo que me
respondo: que venga.
Mientras
hablo con el jefe escucho unos coros de lejos. Unos coros de religiosos. Me parece
que alguna congregación religiosa estaba visitando el hospital.
El jefe
me habla y no le pongo atención por que habla cosas lógicas, simples, obvias,
sin esperanza, solo agregando más y más caminos burocráticos. Por ejemplo, me habla de donde llevar el
papel, me habla de donde debo firmar, me habla del timbre, de la otra firma, del
otro sello, y del viaje que mi certificado realizara a través del hospital y a través
de otras organizaciones. Pensé: el certificado viajara mas que yo. Pero, jamás lograra
el papel repensar en reescribirse.
Sigo escuchando
el coro. Sigo escuchando al jefe. Interrumpo al jefe. Le doy las gracias. El coro
llamo mas mi atención. Volví a destalento inhumano en el tercer piso. El coro
se hacía más fuerte, más nítido, con más sentido, con más fuerza, con más ánimo,
con más esperanza.
Le pregunto
al guardia:
- - ¿Qué pasa? ¿y ese coro?
- - Son médicos. Están rezando.
- - ¿están rezando?
- - Si.
- - ¿Por qué?
- - Porque estamos solos en esto.
- - Yo estoy contigo ahora – se ríe-
- - Me refiero a que estamos solos ante la majestuosidad
del virus.
- - ¿y el estado?
- - ¿Qué es eso?
- - Nuestros políticos.
- - siguen repartiéndose el dinero. Desmantelando nuestra dignidad. Hasta dejarnos desnudos y sin algo o alguien que nos abrace.
- - ¿quieres que te abrace?
- - No gracias. Me puedes pegar el virus.
- - No lo tengo. Y si lo tuve, seguimos en la
lucha. Hasta el ultimo latido del corazón.
- - Tienes razón.
Los médicos
seguían cantando. El guardia me dejo incorporarme con ellos. Me puse muy cerca
de la doctora que cantaba y señalaba que saldríamos de las sombras. Algunos médicos
lloraban. Otros solo murmuraban su fe. Yo solo miraba y sentía como se me estremecía
el cuerpo a momentos.
Claramente
me emocione. La doctora termino su canción diciendo que saldríamos fortalecidos
y que no perdiéramos la fe. Que no nos dejáramos ganar. Que no nos dejáramos
vencer. Que, aunque muriésemos probablemente en el otro mundo también tendríamos
que dar la pelea ante las sombras.
Yo solo
observaba. No miraba. Observaba. La doctora pidió un minuto de silencio por
nuestros muertos. El silencio llego. Para mi duro como una hora. Por que son
muchos los que han partido. No obstante, en esta dimensión, en esta realidad
aun quedan personas llenas de amor, fe, ganas, lucha, valentía y que no se entregaran
a la muerte tan fácilmente.
Se termina
el minuto. Todos se abrazan. Todos con trajes anti-virus. Todos se abrazan. Me abrazan.
Me emociono.
Miro naturalmente
al cielo.
Miro naturalmente
adentro.
Miro naturalmente
afuera.
Miro naturalmente
el certificado.
Miro naturalmente
mis manos.
Siento
naturalmente un calor en el corazón.
Nunca
antes había sentido el abrazo de la ciencia y la fe...
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