Azrael y Las Mentes Eternas / Arturo Prat Chacón
Estaba contento. Me había
titulado de abogado hace tres años. Mi tesis: “Observaciones a la Ley Electoral
Vigente” no solo me permitió tener mi título profesional sino que tambien
produjo muchos problemas con mis colegas militares y algunos círculos de poder.
Al parecer, al poder le molesta o le causa estragos un elemento inteligente.
Pero es entendible. Sobre todo en la organización donde me movilizo. Ya que, de
donde vengo la inteligencia es sinónimo de libertad y la libertad molesta a
cualquier organización que maneja poder.
La
idea central de mi tesis era ampliar el
número de personas con el derecho a votar mediante la sustitución de la
presunción de renta para ejercer el voto, por el criterio basado en la
capacidad de saber leer y escribir. Todos tienen derecho a votar. Esto último
me reconfortaba todos los días. Ya había hecho algo a nombre de la humanidad.
Ya había hecho algo en nombre de mi pueblo.
Leer
y escribir para mi pueblo son ejercicios esenciales que deben saber cultivar.
Saber leer y escribir son habilidades fundamentales que desempeñan un papel
crucial en el desarrollo personal, social y profesional de las personas. Estas
habilidades no solo permiten acceder a información y comunicarnos, sino que
tambien tienen una gran importancia en la educación, el pensamiento crítico y la creación de
vínculos humanos sólidos.
Mis
años de estudio tambien me hicieron entender que saber leer y escribir nos
permiten conectar con emociones, pensamientos y experiencias de otras personas,
lo que puede ampliar nuestra empatía y comprensión de diversas culturas y
contextos.
Mi
preparación militar no implica violencia. Sino que la violencia es y debe ser a
mi juicio el último eslabón ante una amenaza. Mi pueblo merece saber que a
través de la violencia no se solucionan las cosas. Es a través del uso de la inteligencia.
Y la inteligencia para poder ser desarrollada necesita las habilidades de
escribir y leer.
Soy
católico. Voy a la iglesia. Pero tengo muchas dudas con respecto a las verdades
absolutas. Tengo muchas preguntas. Y pocas respuestas.
Mi
hija murió a los nueve meses. Eso me tiene muy mal. Y mi padre también partió.
Desde hace años estoy en búsqueda de algún sentido de la vida. Pero
fundamentalmente estoy en búsqueda de vida después de lo que se llama muerte.
Carmela,
mi esposa sigue estudios acerca de “médiums”. Los médiums son personas que,
según la creencia espiritualista y algunas tradiciones esotéricas tienen la
capacidad de comunicarse con los espíritus de personas fallecidas u otras
entidades no físicas. El Medium actúa como un canal entre el mundo material y
el mundo espiritual.
En
este sentido, mi pueblo, mis colaboradores, mis superiores no estaban preparados aun para este tipo de
conversaciones. Tal vez, hubiese terminado muerto o quemado en la plaza
pública. Todo hombre tiene derecho a saber dónde estaba antes de nacer.
Hoy
es 20 de mayo de 1879. Ya estoy embarcado en la Esmeralda. Mi buque de guerra
de la armada de chile. Mi buque fue construido en Reino Unido en 1855 y comprado
por Chile en 1858. Mi buque tenía 24 años. Esmeralda era un acorazado de madera
tipo corveta a diferencia del monitor peruano Huáscar el buque con el que
probablemente nos encontraríamos el 21 de mayo de 1879.
Mañana
me enfrentaría a Huáscar, cuyo nombre perteneció a un emperador inca, quien
gobernó el imperio inca en el siglo XV. Huáscar fue uno de los últimos
soberanos incas antes de la llegada de los españoles a américa.
El
nombre de mi buque Esmeralda gano su nombre debido a una piedra preciosa verde
que se valora por su belleza y rareza. En la antigüedad, las esmeraldas eran
símbolos de riqueza, poder y longevidad, asociadas a la vitalidad y la fuerza.
Tambien, en muchas culturas las esmeraldas tienen connotaciones de sabiduría,
equilibrio y crecimiento.
Me
siento y reflexiono solo en el buque Esmeralda. Los demás duermen. El mar está
tranquilo. La lucha de mañana es inevitable. Desde días estábamos esperando
zarpar antes los acontecimientos de la guerra que teníamos con Perú. Estaba
consciente de que Esmeralda sufriría mucho en combate.
Me
llegan informes de Huáscar. Lo última noticia es que estaba cerca del mar de
Iquique. Repaso todas las estrategias y tácticas para mañana y por un segundo pienso
que mañana podría morir. Y desde el
fondo de mi cabeza, del cielo o del mar sentí una voz que decía: “No necesitas
morir mañana Arturo”. Hasta que el sonido se transformó en forma. Y la forma en
una presencia.
Me
caí al suelo y un ángel apareció ante mí. Sus alas hicieron temblar mis piernas
y caí. Se posó en el piso de la Esmeralda y me miró sin decir palabra alguna.
En completo estado de shock lentamente me puse de pie y pedí explicaciones a la
presencia de lo que mis ojos veían.
-
¿Quién eres? – pregunté con la voz
temblorosa.
-
Azrael. Soy Azrael.
-
¿Qué haces aquí? ¿acaso estoy volviéndome
loco?
-
Mañana no necesariamente debes morir Arturo.
Y no, no estas volviéndote loco.
-
¿Qué eres?
-
Un ángel.
-
¿malo? ¿del infierno? ¿enviado por alguien?
¿es un castigo por mis gustos esotéricos? ¿o es la respuesta a mi profunda pena
a la perdida de mi padre e hija?
-
No Arturo, no soy malo. No vengo del
infierno. Si fui enviado por alguien que sabrás a su debido tiempo. No, tus
gustos esotéricos son parte de tu curiosidad por conocer. Y tu hija y padre
están en buenas manos.
Sin
pensar demasiado muchas lágrimas recorrieron mi rostro. Dispuse mis manos en mi
cara. Saque mi pañuelo, seque mis lágrimas. Respire de forma serena y el ángel
no desaparecía. Seguía acompañándome.
-
¿estás aquí porque mañana muero? – pregunté
con firme seguridad-
-
Esa será tu voluntad Arturo.
-
¿Cómo?
-
Estoy aquí para aconsejarte que mañana no
necesariamente debes morir.
-
No entiendo.
-
Eres un hombre inteligente Arturo. Eres un
hombre letrado. Eres un hombre entregado a tu familia, patria y ciudadanos.
Puedes realizar después de mañana grandes cambios en la patria que te vio
nacer. No necesariamente debes morir mañana en combate.
-
¿mañana muero en combate?
-
Depende de ti Arturo.
-
No quiero morir mañana en combate Azrael. No
quiero dejar a Carmela. No quiero dejar mi País. Ya perdí a mi padre y a mi
hija. ¿Qué será de mi amada? Ella es mi compañera a la que le debo mucho.
Cuando no estoy con ella el tiempo pasa con una lentitud insoportable, años se
me hacen las horas, siglos los días, esperando ansioso aquel día en que pueda
estrecharle constantemente contra mi
corazón. Con ella puedo contemplar la pálida luz de la luna, estrechar ese
amoroso vértigo que siento cuando estoy cerca de su alma, conectar sus labios
con los míos, donde se confunden los alientos, y nuestra alma goza la inefable
dicha del más tierno amor y de la más noble y dulce correspondencia.
-
Tomaras una decisión y esa será respetada.
Ahora, debes dormir para recuperar fuerzas.
Sin
despedirme fui a mi camarote. Preparé mis cosas para el día siguiente. Me
acomode. Y me dormí. Y dormí, como nunca lo había hecho.
Solo
que duro muy poco. Ni más cerré los ojos ya era de día.
Me
levante. No vi a Azrael. Al parecer había sido un sueño. Me aliste. Me vestí.
Dirigí a mis hombres. La primera guía fue bloquear Iquique con la ayuda de la goleta
Covadonga. Nos escondimos y esperamos a 2,7 km al norte del faro del puerto.
A
las seis y media de la mañana uno de los vigías de la Covadonga avistó columnas
de humo acercándose desde el norte. Las columnas de humo eran de los blindados
peruanos Huáscar e Independencia. Mi espalda se congelo pero el resto de mi
cuerpo reclamaba por algo justo. Nadie se llevaría o tomaría algo de Chile sin
mi consentimiento. Elevamos anclas, la tripulación comió, y posteriormente se tocó zafarrancho de
combate.
Los
buques peruanos, al avistar las naves chilenas, izaron bandera de combate. El
Huáscar se encontraba más cerca al puerto.
Salí
de mi cuarto a reconocer los barcos que se aproximaban. Dirigí la Esmeralda en
dirección oeste y pude confirmar que eran los enemigos.
Reuní
a mis hombres. Algunos jóvenes otro no tanto. Estaban muy nerviosos. Yo solo
tenía coraje. En mi mente; la patria, esposa e hijos. Cuando ya estaba toda mi
tripulación en cubierta me dirigí a ellos diciendo: “Muchachos: la contienda es
desigual, pero ánimo y valor. Hasta el presente, ningún buque chileno ha
arriado jamás su bandera; espero, pues, que no sea ésta la ocasión de hacerlo.
Por mi parte, yo os aseguro que mientras viva tal cosa no sucederá y después
que yo falte, quedan mis oficiales, que sabrán cumplir con su deber... ¡Viva
Chile!
Terminada
la arenga, la Covadonga estaba con nosotros. Me dirigí a Condell: "¡que
almuerce la gente!, ¡mantener bajos fondos!, ¡reforzar las cargas!, ¡cada uno
a cumplir con su deber!". Condell asintió. Terminado lo anterior se sintió
una explosión y una columna de agua y espuma se levantó cerca de ambos buques,
el Huáscar había disparado su primer tiro. El combate había comenzado.
Cuando
las aguas nuevamente se calmaban sorpresivamente a babor apareció Azrael.
-
¿eres de verdad?- grité-
-
Soy de verdad – agrego Azrael.
-
¿ayudaras en algo?
-
A que elijas sabiamente tu final.
-
Entonces sígueme – grite-
Mientras
tanto, en tierra, la población puerto despertó con el primer cañonazo de la
Covadonga y se dirigió a la playa para recibir a las naves peruanas que venían
a liberarlos del bloqueo de Iquique.
-
Hoy no necesariamente tienes que morir
Arturo.
-
¿y si hay vida después de la muerte? ¿de qué
sirve pensar en la muerte?
Los
movimientos iniciales de la Esmeralda hicieron que estallaran dos de sus
calderas, lo que redujo nuestro andar de 6 kn a 2 kn, dejando a nuestro buque
prácticamente inmóvil.
-
¿Puedes ver el futuro AZRAEL? – grite muy fuerte-
-
Si Arturo si puedo.
-
¿Ganamos o perdemos esta batalla?
-
Eso depende de ti Arturo. El futuro cambia a
cada segundo.
Ya
que Esmeralda avanzaba poco ubique la nave frente a la población, a una
distancia de 200 metros de la playa. En esta situación, los cañonazos
peruanos podrían afectar a la población, lo que los obligaría a disparar por
elevación. Después de una hora de combate, La Esmeralda, la Covadonga, el
Huáscar y la independencia, no
presentaban daños importantes. A eso de las 11:30 horas, la Covadonga, al mando
de Condell, se dirigió al sur navegando pegada a la costa. Grau ordenó al
comandante de la Independencia que persiguiera a la Covadonga.
En
ese instante, comprendí todo. Tendríamos que enfrentarnos al Huáscar mientras
que la Covadonga enfrentaría a la Independencia.
-
El futuro se escribe desde el presente Arturo
– susurró Azrael –
El Huáscar se encontraba a unos 600 metros de nosotros.
La Esmeralda estaba protegida por una línea de torpedos fijos. Grau con ayuda decidió
mantener una distancia de 500 metros de la corbeta, posición desde la cual
abrió fuego.
Ya
había pasado una hora y media de
combate, Esmeralda no había sido
impactada por ningún proyectil del Huáscar, sus tiros pasaban largos cayendo en
la playa e hiriendo a la población.
-
Arturo, gente inocente está muriendo –
susurró Azrael
-
¿Acaso quieres que me rinda? – grité a los
cielos-
Existía
mucho movimiento en la costa. Cerca de las diez de la mañana, el general Juan
Buendía, jefe de las tropas peruanas en Iquique, hizo llevar a la playa 4
cañones con los cuales empezó a disparar
en contra de nosotros.
-
Es momento de elegir Arturo – Susurró Azrael-
-
Elegiré libremente. Sin condiciones Azrael –
grite-
Lamentablemente
una granada nos alcanzó y mató a tres hombres e hirió a otros tres. En total,
los enemigos realizaron 60 tiros y varios de fusilería. La situación se tornó
insostenible para la Esmeralda por lo cual decidí cambiar nuestra ubicación a 1000
metros más al norte. Cuando iniciaba el movimiento, una granada del Huáscar penetró
por el costado de Esmeralda, su costado de babor, saliendo por estribor provocando un incendio
en la cámara de oficiales que fue prontamente controlado.
Grau
se dio cuenta de nuestro cambio de posición. Grau, decidió atacar empleando su
espolón. Enfiló su proa hacia el costado de babor de la Esmeralda. Con mis
hombres intentamos esquivar el golpe dando avante y cerrando la caña a babor no
logrando esquivar el golpe que recibió a la altura del palo mesana sin mayores
daños.
De
un momento a otro chocamos con el Huáscar. Huáscar disparó sus cañones a corta
distancia, produciendo la muerte de 40 o 50 marineros y soldados.
-
Aun puedes detener esto Arturo – susurró
Azrael-
-
De aquí nadie sale vivo AZRAEL. Son las leyes
de la guerra – grité –
Después
del espolonazo del Huáscar, recibimos a nuestro enemigo con una tremenda
descarga de las baterías de la Esmeralda y fuego de fusilería, lo que no causó
mayor daño en el monitor. El Huáscar era demasiado fuerte.
Pude
observar que el buque enemigo había hecho mucho daño a Esmeralda y que gran
parte de él estaba a nuestros pies. El sargento Juan de Dios Aldea estaba a mi
lado y el marinero Arsenio Canave también.
A veces, las palabras sobran. Mire a Juan y mire a Arsenio. Todo se puso
en cámara lenta. Mis hombres comenzaban a caer poco a poco y la moral también.
El Huáscar era demasiado fuerte al lado de nuestra Esmeralda.
El
clima se tornó extraño. Al fin pude ver a Azrael en toda su gloria. No tenía
características humanas pero tampoco era un simple ángel de los cielos. Parecía
más bien una entidad que habitaba en los bordes de la realidad. Poseía alas y
sus rasgos estaban imbuidos de una solemnidad tan profunda que su sola
presencia podría enfriar el alma. Sus alas, vastas y oscuras como el vacío
estelar, se extendían más allá de la visión humana, cubriendo no solo el cielo,
sino también el espacio entre los mundos, como si trajese consigo el manto de
la muerte y el silencio absoluto.
Su
rostro, oculto muchas veces por un velo sombrío, era tan etéreo como su esencia
misma, ni humano ni divino, una amalgama de todas las caras que alguna vez
existieron, pero que ya no pertenecen a este mundo. En ocasiones, su semblante
se mostraba más cercano a un ser humano, pero con una expresión triste y
distante, como si entendiera las angustias del alma pero estuviera más allá de
todo sufrimiento.
En
sus manos, Azrael traía consigo el ciprés de la muerte, una guadaña que es
tanto una herramienta como un símbolo de su misión eterna. La guadaña, forjada
en las profundidades del tiempo y el espacio, tiene el poder de segar la vida
con un solo toque, pero también es un instrumento que separa las almas de la
carne mortal, guiándolas hacia el otro lado. La guadaña no es un simple objeto,
sino una extensión de su voluntad, la cual va más allá de la destrucción: es la
transición, el paso hacia lo que sigue, hacia lo desconocido.
A
pesar de su semblante temible, Azrael no es la personificación de un ser
maligno. Su tarea es, en el fondo, la de un guía, el último acompañante de
aquellos que cruzan el umbral hacia el misterio del mas allá. El no buscaba la
muerte por sí misma, sino que actúa bajo el mandato de un orden cósmico, que no
es ni bueno, ni malo, sino simplemente necesario. En su labor no hay malicia,
solo la inevitable función del ciclo de la vida y la muerte.
La
atmosfera que lo rodea es siempre una mezcla de tristeza y calma, como la
quietud previa a una tormenta, un lugar donde el tiempo mismo parece detenerse.
Y aunque su presencia pueda evocar el temor más profundo, también hay en ella
una sensación de liberación, un consuelo para el alma cansada que sabe que el
final no es el fin, sino solo el preludio de un nuevo estado de existencia.
Ese
ángel estaba conmigo ahora. Azrael estaba conmigo. La Esmeralda y su
tripulación también estaban conmigo. Entendí que no saldríamos de ahí. No había
salida humana. No había salida para esta realidad.
Mientras,
tenía aun las miradas de Juan y Arsenio en mi existencia esperando respuestas.
Yo, intentaba ver la luz y saber qué
hacer. Alzándome de entre las sombras,
la presencia de la muerte misma se erguía ante mí, tal como un espectro
incognoscible y vasto, cuya forma fluctuaba más allá de las leyes de la
percepción mortal.
Estaba
mirando a la muerte frente a frente, y más allá del horror inevitable, comencé
a intuir algo extraño, un susurro apenas perceptible entre el miedo y las
tinieblas de lo inevitable: Era la promesa de que todo fin es, a su vez,
un principio.
La
muerte, mi muerte, nuestra muerte, no era un hecho cruel, como las viejas
leyendas que plagaban los rincones oscuros de los hombres, sino una figura
sublime, una fuerza cósmica que deshacía todo lo conocido solo para dar lugar a
algo nuevo, algo que no podía ser entendido con las fronteras de nuestra
limitada razón.
¿Quién
podía decir que la muerte no es la antesala de una renovación, del despertar a
una vida más allá del velo de lo sensible? El pensamiento surgió en mi como una
visión de la cual no me atrevía a alejarme, una llamarada de esperanza que
comenzaba a iluminar los rincones oscuros de mi alma.
Azrael,
al darse cuenta de mis pensamientos, pareció transformarse ante mis ojos. Ya no
era simplemente el fin absoluto, sino el guardián de la puerta hacia algo
eterno y desconocido. La fascinación por lo desconocido, ese impulso primordial
que empuja a los hombres y mujeres a explorar lo inexplorable, a adentrarse en
lo que se oculta tras las estrellas y la penumbra de la propia mente, ahora me
guiaba. Y aunque mi ser sentía una punzada de terror por lo que dejaba atrás,
había en mi corazón una chispa, casi imperceptible, que intuía una nueva
existencia que me aguardaba, cómo un niño que se acerca temeroso a la luz de
una vela en una habitación oscura.
Y
así, al frente de Azrael, sentí que no estaba ante una fuerza destructiva, sino
ante un umbral, un paso necesario en la vasta danza del cosmos. Quizá, solo
quizá, la muerte, Azrael, no sea oscuridad final, sino el faro que señala la
puerta hacia un mar infinito de posibilidades.
Me
puse de pie. Le di la mano a Juan para que se pusiera de pie, lo mismo hice con
Arsenio. Llene mis pulmones de aire como nunca antes. Pensé y proyecte mis
pensamientos a mi esposa: “mi amor, cuidaré de mi padre y de nuestra hija.
Usted encárguese de los demás que yo los cuidare en donde este”. Saque mi
espada y con todas mis fuerzas de mi alma, cuerpo y espíritu grite:
-
"¡Al abordaje, muchachos!"
Una
vez a bordo, avance hacia la torre de mando; en el trayecto hacia ella, fui alcanzado
por las balas en una de mis rodillas. No sentí dolor. Sentí libertad.
Finalmente un marinero salió a cubierta y me dio muerte. ¿O vida?
Azrael tomo mi mano. Mientras comenzaba el viaje mi
corbeta Esmeralda se hundió. Resistió
tres impactos del Huáscar, se inclinó de proa y se hundió. A las 12:10 de ese
día, la Esmeralda desapareció de la superficie del mar con su bandera de
combate al tope.
¿Lo demás?
Lo demás es historia.
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