Del libro: Refranes, reflexiones y refritos. Chapter 2 - "Al mal tiempo, buena cara” (No tengo porque siempre sonreír)
¿Por qué ante la adversidad
debo sonreír? ¿Es mí deber estar siempre contento? ¿Acaso no estaré siendo
masoquista si es que algo o todo me sale mal, y debo sonreír? ¿Si sonrió frente
al caos este se transformara en orden exclusivamente? ¿Acaso no estaré siendo inconsecuente
si todo está mal al esbozar una sonrisa? ¿Por qué no puedo separarme de la
masa? ¿Acaso la masa tiene la respuesta de nuestro propósito en la Tierra? ¿Por
qué no puedo tener tiempo para cuestionarme? ¿Por qué no puedo cuestionarlo
todo? ¿Por qué no puedo dejar el hormiguero por un momento? ¿Por qué no puedo
dejar la colmena por un instante?
¿Por qué no me puedo sentir mal? ¿Por qué no puedo
enojarme con todos y todas? ¿Acaso está prohibido? ¿Acaso no está permitido
sentirse triste? ¿Todo tiene que ser placer? ¿Acaso todo tiene que ser diversión?
¿Cometo un crimen sintiéndome mal, triste, con ganas de nada y caer en las
profundidades de la nada abrazado por las sombras? ¿Por qué no puedo rechazar
la cultura donde vivo si encuentro que no está bien? ¿Por qué no puedo
encontrar que todo está mal? ¿Por qué debo pensar como todos? ¿Acaso todos son
la verdad y la realidad?
Pienso que no. Sentirse mal también es un buen ejercicio.
Sentirse mal es un ejercicio que permite un fuerte análisis de nosotros mismos.
En el sentirse mal hay un síntoma, una señal de que algo no está bien. En el
sentirse mal se prende una alarma de que algo no está siendo coherente entre
uno y el todo. El uno rechaza al todo. El todo no está completo. Porque una
pieza que “soy yo” no aterriza en la Tierra del todo. Aunque el todo sea
evidente jamás será la última salida. El todo nunca fue la verdad. El todo es más
una ilusión pasajera y traicionera.
Sucede
que no estamos vinculados conscientemente con que la realidad a veces es un paraíso
o también un infierno. Y ciertamente, entre sumas y restas, podríamos decir
vanidosamente que la vida no es cien por ciento felicidad. Más bien tenemos que
luchar todos los días para que duela menos. O sea, menos dolorosa y tortuosa. Porque
la vida está hecha de dolor. Salir de ahí es el objetivo más sublime. El propósito
es salir del dolor. Del dolor de la existencia. De todas formas, nacimos con
dolor y moriremos con dolor. Pero la principal meta es la conciencia y el
bienestar personal como del otro. De los otros. De los demás.
Si
la vida es un paraíso los días se pasan
volando. Como si nada. Pero si la vida es o se transforma de pronto en un infierno
podemos hacer uso de preguntas como; ¿Por qué?, ¿Cuándo?, ¿para qué?, ¿Dónde?, ¿Cómo?
Y hacia donde quiero ir.
El sentirse triste implica la percepción
total y global de nosotros mismos. Es el mejor momento para empezar el camino
de la transformación. De ahí oraciones en torno a la tristeza
tales como; “siento un peso extremo sobre mis hombros”, “ me duele todo”, “no
aguanto más”, “siento que no encajo”, “preferiría estar solo”, “no quiero ver a
nadie”, “siento una gran pesadumbre”, “desearía estar en otro lugar” y tantas
otras oraciones desconsoladoras.
Pero
he aquí lo importante; el sentirse triste implica la auto observación total y global
de nosotros mismos. Es el mejor momento para empezar el camino de la
transformación, de la evolución, del cambio, ya que, me percibo como una
totalidad y me permite “ver” con claridad mi posición, mis coordenadas, mi
mapa, mi espacio, mi existencia dentro de cualquier territorio. Es el mejor
momentum en el tiempo y espacio para saber quién fui, quien soy y quien seré. Este
espacio conlleva a la recreación del alma, del cuerpo y del espíritu. Es un
nuevo comienzo. Sin embargo, no debe confundirse con la depresión. Y también,
no se debe confundir la tristeza profunda con la depresión (Enfermedad o
trastorno mental que se caracteriza por una profunda tristeza, decaimiento
anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las
funciones psíquicas)
De otro
modo, no estoy obligado a sonreír. Al contrario, estoy obligado a buscar la
felicidad que irónicamente no está en la materia sino que está en lo intangible, en lo inmaterial, en lo
incorpóreo.
En vez
de sonreír como un imbécil debo preparar y prepárame para construir el verdadero
camino. Y el verdadero camino podría ser
trascender. Pero para trascender hay que morir y renacer.
Para
trascender hay que pasar por el desierto. Sin nada. Desnudo, desvestido, despojado, desabrigado, pobre,
privado, despojado y falto.
Con el
alma en un a mano. Con el espíritu en la otra y con asistencia del cuerpo.
Por tanto,
a la oración: "Al mal tiempo, buena cara” (No tengo porque siempre
sonreír) podríamos transformarla en: “al mal tiempo, trasciende”
Crece.
Evoluciona.
Despierta.
Sino seguiremos durmiendo. y yo solo quiero despertar.
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