¿La Filosofía del diablo? - Parte I - “Principio de simplificación”
Parte I
“Principio de simplificación”
Joseph
Goebbels fue el ministro de propaganda de la Alemania Nazi, de hecho se considera
el gran maestro de la propaganda negra de todos los tiempos. El formuló unos principios
admirablemente simples que aun hoy tienen vigencia – según la autoridades de
nivel mundial no es así- y que
probablemente nos aplican permanentemente
sin que apenas nos demos cuenta.[1]
Por
la situación actual de américa latina da para pensar en cómo se están llevando
las políticas nacionales de cada estado. Un síntoma es indiscutible; la progresiva
separación de los poderes del estado con el ciudadano común.
Los estados autoritarios, por sus propias ideas
fundacionales, siempre aspiraron a controlar a todos los individuos que
amparara su ominoso paraguas ideológico. En este sentido, definir el camino
mediante el que moldear lo más íntimo de todo ser humano (su pensamiento)
siempre fue una de sus principales metas a conquistar.[2]
Las
técnicas de propaganda han cubierto esta intención tradicionalmente,
aprovechando todo desarrollo del saber sobre la psicología básica y grupal. De
hecho, incluso hubo algún tiempo en el que muchos países "tenían en
nómina" a auténticos expertos en tales lides, y ocupando cargos ministeriales
de responsabilidad.[3]
Sin
ningún género de dudas, el que más llegó a trascender de todos ellos fue el
articulado en la Alemania de la segunda guerra mundial, del que brotaron los
archiconocidos principios de la propaganda de Goebbels (que se erigieron como
una fuente de inspiración para otros que llegaron con posterioridad)[4]
Comenzare,
hablando del primer principio: el principio de la simplificación.
Principio de la simplificación
Se resume
en; Adoptar una única idea, un único símbolo e individualizar al adversario
como si fuera un único enemigo.
Cualquier
símbolo sirve, cualquier adversario sirve para transformarlo en enemigo. Pero,
primero entendamos que es un símbolo. Símbolo es un signo que establece una
relación de identidad con una realidad, generalmente abstracta, a la que evoca
o representa. Por ejemplo; una paloma blanca es símbolo de paz. Otro ejemplo,
todo quien consume drogas es ladrón. O, todo aquel que se tatúa es un probable
asesino. O, todo aquel que use barba es presumiblemente terrorista. O, todo
extranjero es malévolo por naturaleza. O, todo inmigrante es un factor negativo
para algún país.
También,
símbolo es Figura retórica de pensamiento por medio de la cual una realidad o
concepto normalmente de carácter espiritual se expresa por medio de una
realidad o concepto diferente, entre los que se establece una relación de
correspondencia, de modo que al nombrar el concepto simbólico se sugiere o se
evoca el concepto real. Por ejemplo, la idea de ángeles o dioses que todo lo
ven. Otro ejemplo, si me duelen los pies es por qué lloverá. Otro ejemplo, ese
color me llevara a la gloria.
Por tanto,
quien ocupa símbolos para defender o atacar ocupa también transformaciones
conscientes, preconscientes e inconscientes.
Y alcanzaría modelos del pensamiento más complejos y profundos, ya que, quienes
lo aplican sin esperarlo de alguna forma intentan controlar o mantener el
control de algo.
De otro
modo, este principio se basa en la reducción de toda la complejidad de los
distintos enemigos a una realidad muchísimo más discreta, desprovista de
diversidad y muy fácilmente identificable. El propósito es infundir a todo lo
que se opone a las propias ideas de un rasgo común y sencillo donde se reduzcan
sus aristas hasta la misma caricatura.[5]
Pero
sin caras, sin rostros, sin cuerpo; es un deseo lanzado al cielo con la
particularidad de tener mucha fuerza, mucho poder, mucho control, muchas ansias
de manejar las cosas, los objetos, las ciudades, a los seres humanos, a los
sentimientos, a las emociones, al pensamiento.
A
través de este proceso se abstraerían todos los matices de los contrincantes,
los cuales se concretarían en una idea mucho más sencilla y cargada de la peor
connotación imaginable.[6]
De otro
modo, se inventa un enemigo – que puede ser poderoso- y se le ridiculiza. A ese
enemigo se le baja la importancia, la vigencia, y se le ubica en un sitio común
y sin mayor importancia.
De tal
forma que el enemigo identificado puede ser atacado o menospreciado por tonterías
o farándula o chismes de tal modo que sea posible que todos lo identifiquen por
muy sutiles condiciones como: tiene el pelo muy largo, no es blanco, no es de
los nuestros, no camina como nosotros, no es del club de los más inteligentes,
no está con nosotros, no es de color verde, no es de color rojo.
Y se
termina menospreciando al enemigo para poder atacarlo de manera directa y
simple PERO con una eficacia mortal. Como por ejemplo, no nació en estas
tierras.
De otro
forma, al enemigo se le baja el perfil descalificando a mas no poder para que
pierda su poder – que solo existe en su mente como en la mente de quien
descalifica- y finalmente caiga en las
redes de lo ordinario, de lo común y de
lo más sencillo:
“en
ese que creímos que pensamos que era el mejor y dimos todo, no era tal. Más
bien es un simple mortal. Un simple humano. Igual que todos nosotros.”
Algo
positivo de todo esto: nunca, pero nunca idealicen a nada ni a nadie. Por el
solo hecho de que somos imperfectos. Nos equivocamos. Nadie es perfecto. Solo perfectibles.
Equivocarse
es de humanos.
O usted
es alguna especie de DIOS?
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