La música y el viaje – Parte II

 


 




                Una armonía tras otra. Y otra. Y otra. Y más. En mis sueños no falta la música. Tengo un sueño recurrente:

¨… se abre el telón. El estadio está lleno. El público esta ferviente. Sediento de música. De baile. De energía. Comienzo a cantar. La gente aplaude al ritmo de la música que entrego. Es una especie de jazz fusión y rock progresivo. Cantan conmigo. Bailan conmigo. Sueñan conmigo. Sienten conmigo. Se enamoran conmigo. ¿De qué? De la música.

                En medio de mi cuerpo cercano al corazón, probablemente en un chakra, siento un calor intenso y agradable. Miro al cielo. Las estrellas también cantan, el universo entero se mueve. El cielo me devuelve luces mientras canto. Solo canto. Siento que mi voz se sintoniza con el corazón del público. No emito ningún ruido desagradable. Sigo cantando. Miro a los demás miembros del grupo. Sonríen conmigo. Es una sincronía inexplicable. Salgo más adelante. Le pido a la corista que me acompañe. Lo hace. Le pido al bajista que me acompañe. Lo hace. Le pido al guitarrista que me acompañe. Lo hace. Miro al baterista. Me acompaña. En un baile inusitado nos entregamos a la melodía. Todo es perfecto. Todo es armonía. Todo es universo…¨

                Cuando despierto miro a mi alrededor. En mi cabeza sigue la música. Pero no es obsesión. Es alegría. Y poco,  pero poco a poco se va alejando. Como si el cerebro fuese bajando el volumen.

                Miro mis pies, estomago, brazos. Me toco la cara. Me pregunto si estoy vivo o muerto. A veces pienso que el sueño es la vida mientras que el estado de vigilia es solo un proceso administrativo. Aburrido, constante, sin cambios drásticos, regular, con ciertos pasos que se aprenden, lógico, obvio, con patrones que se entienden en los primeros años de vida. Hasta que recuerdo que estoy ante un gran día. Pero también recuerdo que la muerte ayer gano otro día. Y la muerte, me ha quitado un día más.

                Antes de levantarme completamente, hablo con la muerte. Me la imagino. Me la imagino sentada en la cama. Yo pidiéndole explicaciones de por qué la vida es tan corta. Y ella, la muerte, diciéndome que la vida es solo un nombre. Y que la muerte también es vida. Pero en otra dimensión. Que no es terrible. Sino que nos inventaron que es monstruosa.

                Me imagino que la muerte me dice que la gente se ha inventado eso, ya que, el ser humano a lo desconocido le teme. Y se inventa caras. Abominaciones. Que solo existen en el corazón de quien aún no descubre la verdadera razón del por qué estamos aquí: según algunos vivos.

                Me la imagino incluso muy amable. Después de eso, otra pieza musical abunda en mi cabeza. La de vamos, levántate, hoy no fue ayer, ayer no será mañana, mañana aun no llega, que harás hoy, siéntete y siéntate a contemplar la vida.

                Cuando por fin estoy despierto (según yo y el yo) me pongo de pie. Recuerdo que Covid – 19 nos tiene en sus manos y me rio.

                Me rio por que vino a quedarse. Un humano que ríe ante un virus es un humano con un día más de vida. Vuelvo a concentrarme y nuevamente pienso en mi sueño.

                Le digo al virus: ven, siéntate y quédate conmigo. Hablemos. Te hablare de música. ¿Siendo virus conoces la música?

                Y siento un do en mi corazón.

                Le digo al virus: te has llevado mucha gente. Gente valiosa. ¿Le cantaste antes de partir?

                Y siento un Re en mi corazón.

                Verdad que eres un virus. Los virus no saben de música. Solo saben de quitar. La música no quita. La música extiende el alma y te sincroniza con un área del universo.

                Y siento un Mi en mi corazón.

                Pero los virus mutan. ¿Y si un pensamiento bello, de esos que están guardados en lo más profundo del corazón pueden hacer mutar un virus? ¿Y si una nota musical te aleja un momento de mí y mis amigos virus y la RCTM?

                Y siento un Fa en mi corazón.

                Y recuerdo que estamos en una suerte de granja global. Donde ya no puedo caminar libremente. Pero, ¿Qué tal si en vez de caminar no vuelo con mi pensamiento?

                Y siento un sol en mi corazón.

                Y recuerdo que los que se hacen llamar políticos se han robado hasta el último peso de quienes pagan por invertir en un mundo mejor. ¿Qué tal si dejo de pagar un día y en vez de pagar lo que nunca se me devolverá lo invierto en un instrumento?

                Y siento un La en mi corazón.

                Y recuerdo, que nada es para siempre. Que lo único que vinimos a hacer es a amar y ser amados. ¿Qué tal si dejo de sentir miedo y apruebo un segundo en la gracia de la conciencia de vida?

                Y siento un Si en mi corazón.

                Y recuerdo que llego la noche. Casi a punto de dormir siento nuevamente la armonía del concierto en sueños.

                Y siento un Do en mi corazón.  

 

 

 

Arriba los corazones

Despierta

Levántate.

Hasta el final

Hasta el último latido

 

 

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