Historias de Terror: El Perfume

 






Una noche de navidad toco el momento de la entrega de regalos. Yo había traído mi regalo. Era un perfume. Pero tenía una particularidad. Su olor me provocaba nauseas. No sé por qué. Será cuestión de olores. De PH. Hay olores que nos encantan, nos atrapan, nos endulzan, otros nos despiertan, otros nos seducen, otros nos motivan, pero este olor me traía malos recuerdos: olía a cementerio.

Ni siquiera recordaba quien me lo había regalado. Pero no me gustaba. Era extraño muy extraño ese olor. Olía a muchas flores al mismo tiempo puestas en agua y dejada a la deriva del olvido por unos meses. Era un olor que no soportaba.

Sentados a eso de las once con treinta minutos ya todos estábamos preparados para intercambiar regalos. A las doce de la noche era el momento.

Cenamos. Tomamos algunos tragos y conversamos de todo. Sin embargo, nos concentramos en lo mal que estaba el país.

El país donde vivía era hermoso. Y fue próspero y lleno de vida, pero algo lentamente comenzó a torcerse lentamente. Todo empezó con pequeñas grietas en su sistema político, que poco a poco se convirtieron en abismos infranqueables.

La corrupción se extendió como una plaga, infectando cada rincón del gobierno. Los líderes, en lugar de servir al pueblo, se enriquecían a sí mismos y a sus allegados, dejando a la población en la miseria.

La economía antes en auge, se desplomó. Las fábricas cerraron, las tierras quedaron sin cultivar y el desempleo se disparó. Las calles se llenaron de desesperanza y desesperación, con familias enteras luchando por sobrevivir.

La educación y la salud se convirtieron en un privilegio para unos pocos, mientras que la mayoría de la población apenas podía permitirse lo básico. Las escuelas y hospitales públicos estaban en ruinas, sin fondos ni personal para atender a quienes lo necesitaban.

La desigualdad se profundizó, con una pequeña élite viviendo en lujosas mansiones mientras que la mayoría luchaba por encontrar comida y refugio. Las protestas estallaron en las calles, pero fueron sofocadas por la fuerza bruta de un régimen autoritario que se aferraba desesperadamente al poder.

Con cada día que pasaba el país donde vivía se hundía más en la oscuridad. La esperanza se desvanecía y el futuro parecía cada vez más sombrío.

Sin embargo, se sentía en el ambiente que nuestros corazones y  los corazones de algunos ciudadanos valientes, aún ardía una chispa de resistencia. Soñábamos con un día en que el  país pudiera renacer de sus cenizas y volver a brillar con la luz de la justicia y la libertad.

La importancia de la justicia y la libertad en un país radica en su capacidad para garantizar el bienestar y la dignidad de sus ciudadanos, así como el funcionamiento efectivo de la sociedad en su conjunto.

La importancia de la justicia y la libertad permiten: dignidad humana (proteger a los ciudadanos y que sean tratados con igualdad, respeto y consideración, independientemente de su origen, posición social o creencias), protección de derechos (protege la libertad de expresión, el derecho a un juicio justo, la igualdad ante la ley y la libertad de asociación ), permite  estado de derecho       (protege a las personas donde todos están sujetos a las mismas leyes y normas), permite desarrollo y Progreso (permite desarrollo económico, social y político de un país), permite cohesión Social (el estado garantiza que todas las personas tengan acceso equitativo a oportunidades y recursos), permite paz y estabilidad (cuando las personas sienten que son tratadas con justicia y tienen la libertad de expresarse y participar en la toma de decisiones, se reduce la probabilidad de conflictos y se fortalece el tejido social)

De todo eso hablamos antes de abrir los regalos. Pero, después que en la radio anunciaron que quedaban diez minutos para las doce de la noche más un tema de reggeton a todo el mundo se le olvido el tema de la justicia y la libertad y nos apegamos a los bienes materiales de entregarnos regalos.

Yo estaba tranquilo. Por qué tenía el mío. El perfume. Llego la hora de entregar regalos. Recibí camisas, short y unos zapatos deportivos muy lindos. Llego la hora de entregar mi regalo y lo hice. Todos quedamos contentos. Nadie reclamo por su regalo.

Y así paso un año. El país se encontraba en un punto muerto. Los malos reclamaban. Los buenos siempre callados. Miedosos. Sin voz. Los malos con todas las herramientas estatales y privadas. En esta película llamada “realidad” los malos habían ganado y seguían haciéndolo. Parecía que era un problema sin solución. Y nadie creía ni quería ser un superhéroe para combatir contra la liga de la maldad.

Sin embargo, intentábamos concentrarnos en lo mejor de nuestros días. Hablar poco en nuestros trabajos. Ir del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. también como familia habíamos acordado no ocupar mucho las redes sociales porque de algún comentario o foto  algún malo podía colgarse y sentirse ofendido. Y obviamente eso podría terminar en muerte.

Otra vez llego el momento de entregar regalos. Cada uno entrego el suyo. Recibí otra vez camisas, short y unos zapatos deportivos. Todo había sido casi igual que la navidad pasada excepto por un detalle: recibí de vuelta el perfume que yo había regalado la navidad anterior.

Solo di las gracias. Mi esposa solo reía de manera muy discreta. Ya que, ni ella ni yo sabía quién había regalado de vuelta el perfume, ya que, además de hacernos regalos teníamos la costumbre de hacer regalos sorpresas sin nombres. Mi perfume estaba de vuelta.

Ya en casa, abrí de nuevo mi regalo sorpresa. Lo olí por última vez. Seguía oliendo a cementerio.

Pero de pronto y como si un rayo golpease mi cabeza se me ocurrieron dos cosas mientras se aproximaba una tormenta a lo lejos: primero, nadie soportaba el olor a cementerio. A muerte. Nadie soportaba el olor a aflicción,  a  angustia, a desamparo,  a tristeza, a dolor, a pesar, a devastación, a ruina. Y segundo, al parecer era la hora y el momento exacto de salir a la calle a reclamar.

A luchar por los derechos propios y de los demás.

Era la fecha exacta de la creación de un paladín, de un  valiente, de un  ídolo, de un  superhombre, de un titán.

Era la fecha exacta de la creación de un superhéroe.

Mis piernas temblaron, mi corazón se aceleró, la tormenta llegó. Y yo no dormí en toda la noche.

Porque sobre mis hombros pesaba la responsabilidad de quebrar el destino de mi vida.

Y el destino de los demás.

Pero, ¿Quién seria mi enemigo?...

 

 

 

 

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